Una investigación financiada por la Unión Europea y liderada por científicos españoles ha detectado la presencia de en el 4,1% —una de cada 25 unidades— de bolsas de ensalada a la venta en 10 países del continente. , una infección que suele cursar de forma leve o asintomática en personas sanas, pero que supone un riesgo elevado para pacientes inmunodeprimidos y mujeres embarazadas, en las que puede causar daños al feto.
El trabajo, publicado en Eurosurveillance, revista del Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), es el mayor realizado hasta la fecha y supone un hallazgo relevante en un ámbito de la salud pública que aún tiene muchos interrogantes por resolver a pesar de la elevada prevalencia de la infección: uno de cada tres europeos , según los estudios publicados.
Los investigadores de los 10 países participantes —Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, Noruega, Polonia, Portugal, el Reino Unido y República Checa, además de España— diseñaron un estudio que permite obtener datos comparables de todos los países. El que tiene mayor presencia del parásito en las muestras analizadas es el Reino Unido (16%), mientras los que menos son República Checa (0%) y Noruega (0,5%). España registra el mismo porcentaje que la media europea, el 4,1%. Las muestras analizadas son cerca de 3.300 bolsas de ensalada de varios tipos —cortadas, de brotes, mezcladas…—adquiridas en tiendas de alimentación.
Los resultados plantean nuevas preguntas que deberán ser resueltas por futuras investigaciones. La más importante es que las pruebas moleculares utilizadas detectan la presencia de ooquistes de —etapa del ciclo de vida en el que el protozoo adquiere una cubierta muy resistente—, pero no “pueden determinar si son viables e infecciosos, o si han quedado inactivados por los procesos de lavado de las empresas productoras”, precisa Rafael Calero-Bernal, autor principal y miembro del grupo Saluvet del Departamento de Sanidad Animal de la Universidad Complutense de Madrid.
Esta cuestión es clave, apuntan los autores, porque “no está demostrado que los procesos industriales empleados sean capaces de eliminar o inactivar todos los ooquistes y las ensaladas en bolsa son un producto que se vende listo para consumir”. Un hecho que adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que “un solo ooquiste puede causar la infección en una persona”, ilustra Calero-Bernal.
Los autores ponen como ejemplo otros protozoos que también pasan por esta fase de resistencia ambiental, como el que causa la criptosporidiosis, que son capaces de sobrevivir a los procesos habituales de potabilización de agua. Esto les diferencia de otros microorganismos más sensibles a las técnicas de esterilización, como las bacterias.
“Nuestro principal objetivo ha sido aportar evidencias en un terreno en el que sigue habiendo vacíos de conocimiento. Hay algunos datos epidemiológicos y de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), pero lo cierto es que aún nos falta mucho por conocer sobre las dinámicas de transmisión de y su impacto real sobre la población”, resume el investigador.
Un portavoz de Florette, empresa que tiene en España seis centros de producción y es líder del sector, defiende que el “riesgo de contaminación en los productos de esta categoría [ensaladas embolsadas] es mucho menor que en los productos frescos, que no son sometidos a ningún tipo de lavado”.
Haber sufrido la infección previamente confiere una inmunidad duradera frente al , por lo que estas medidas son especialmente importantes para las mujeres que no la han pasado. Un análisis que se puede realizar al inicio del embarazo es el que revela si la futura madre cuenta o no con anticuerpos frente al protozoo.
“La jardinería y el cultivo de huertos son por la misma razón otro foco de infección. Por eso es importante que embarazadas y personas inmunodeprimidas utilicen guantes y sigan una buena higiene de manos después de tocar tierra”, afirma de Fuentes.
Como ocurre con el ser humano, si un mamífero o ave ingiere ooquistes, actuará como huésped intermediario. El protozoo se desarrollará, infectará tejidos como los músculos y producirá en ellos quistes que pueden ser viables durante años. “Por ello, el consumo de carne poco cocinada o embutidos curados como el jamón puede transmitir la infección. Para evitarlo, la carne debe alcanzar una temperatura mínima de 80 grados y los embutidos ser congelados durante al menos 48 horas a 18 grados bajo cero o más”, añade De Fuentes.
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Source: elpais.com