Durante décadas, el doctor estadounidense Michael I. Jordan ha trabajado para entender y organizar el caos de los datos y desarrollar herramientas al servicio de la humanidad. Este matemático y científico cognitivo, catedrático emérito en la Universidad de California e investigador en el INRIA … de París, es uno de los pioneros de la inteligencia artificial y uno de los principales responsables de que sistemas como ChatGPT sean capaces de responder a los usuarios. Su tecnología también está detrás de los algoritmos que nos recomiendan resultados en función de gustos e intereses; logros que le han valido uno de los galardones en la presente edición de los Premios Fronteras del Conocimiento que la Fundación BBVA entrega en Bilbao este jueves.
Jordan advierte que aunque pueda parecer que las aplicaciones de IA «tienen personalidad o una identidad única», en realidad no es así: «Todo lo que saben es colectivo y está basado en los datos de millones de personas. Si les repites la misma pregunta varias veces, vas a recibir respuestas diferentes. Es como charlar con una cultura entera». Esto, añade, hace que confiar ciegamente en sus respuestas sea problemático: «No razonan bajo la incertidumbre y cambian de idea con mucha facilidad. Si les preguntas, por ejemplo, quién es el presidente de Ghana, posiblemente te lo responderán bien. Pero no confiarías en un médico que te dijera que puedes tener una enfermedad y, al momento siguiente, otra distinta. Estamos hablando de herramientas, y como tales, es importante que los usuarios entiendan cómo utilizarlas y que pueden cometer errores».
Consultados sobre si podemos esperar la eliminación del error y el sesgo, los dos investigadores dudan. Banaji confiesa que en su juventud «tenía la creencia de que seríamos capaces de crear una forma de inteligencia que nos mejoraría en todo y tomaría mejores decisiones morales«: »Ahora no lo tengo claro, teniendo en cuenta que son corporaciones con ánimo de lucro, principalmente en Silicon Valley, las que las están construyendo».
Actualmente, empresas como OpenAI, Google o Meta trabajan en la creación de una superinteligencia artificial que supere a cualquier ser humano. Varios ejecutivos, como Altman o Elon Musk, se muestran optimistas, y hasta apuntan que podría llegar en los dos próximos años, pero los científicos son escépticos. Para Jordan, se trata de «un término inventado» para conseguir «más financiación procedente del capitalismo de riesgo». Además, no tiene claro que sea algo necesario: «Realmente no significa mucho. Un ordenador ya puede hacer muchísimas cosas que los seres humanos no pueden hacer. Así que no está nada mal».
Los dos investigadores muestran inquietud ante los recientes ataques de Trump a las universidades estadounidenses, especialmente contra Harvard, donde trabaja Banaji. El presidente ha acusado a la institución de tener un sesgo liberal y ha intentado presionarla para que abandone sus políticas de diversidad. Entre sus acciones figuran la cancelación de contratos federales, la congelación de fondos para investigación o el bloqueo a la admisión de estudiantes extranjeros. Una ofensiva que, de prosperar, podría afectar seriamente a la investigación en el centro académico más importante del país.
«Las acciones recientes del Gobierno contra mi universidad se están interpretando como la lucha de Goliat contra Goliat (haciendo referencia al poder de Harvard como la institución académica más prestigiosa del mundo). Sin embargo, no creo que esta valoración sea correcta. No somos nada comparado con el poder del gobierno federal de los Estados Unidos. No sabemos si vamos a sobrevivir a esto«, dice la investigadora. »Pero no podemos dejar de oponernos, porque Harvard no es Harvard sin alumnos extranjeros«, prosigue.
Jordan lamenta que, a su juicio, el presidente está influenciado por «un pequeño grupo de fascistas y populistas» que «quieren el poder absoluto», pero que «ya no estarán ahí dentro de tres años» cuando lleguen las siguientes elecciones presidenciales: «Las cosas cambiarán e incluso los miembros del partido republicano abogarán por restablecer las ayudas a los centros y a los científicos. Si se rompen las relaciones entre los investigadores y el estado, el motor de América se romperá»
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