El Botafogo derrota al PSG y deja al Atlético al borde de la eliminación

Hacía 14 años que el campeón de América no le ganaba a al campeón de Europa en un duelo de Copa Intercontinental. Lo consiguió Botafogo este jueves por la noche en Pasadena, en el condado de Los Ángeles. El gol de Igor Jesús a la media hora del primer tiempo abrió la brecha en el casco del Paris Saint-Germain y puso el Mundial de Clubes en ebullición. Al contrario de lo que muchos suponían, el torneo no es un paseo para los clubes europeos y las razones no son climáticas. Frente a un PSG debilitado por las rotaciones, Botafogo se hizo fuerte desde una defensa infaliblemente concentrada y llevó a su rival al terreno del desgaste psíquico. Pudo el sentimiento de rebelión del sur frente al opulento norte. El tiempo se agotó sin que Vitinha y sus compañeros produjeran más de dos tiros a puerta. El 1-0 se petrificó en el marcador. Botafogo se sitúa en cabeza de grupo B con seis puntos y empuja al PSG y al Atlético, empatados a tres puntos, hacia un desenlace dramático, el próximo lunes

El billete a octavos se decidirá por la media de goles. Más favorable al PSG (+3) que se medirá al Seattle Sounders, y muy empinada para el Atlético, que deberá vencer a Botafogo por una diferencia mínima de tres goles.

Luis Enrique dio descanso a Fabián, Neves, Marquinhos y Mendes, en un intento de aliviar el peso del calendario en las piernas de jugadores que venían de sufrir el kilometraje de la Liga de Naciones. Lo aprovechó Renato Paiva. El técnico del equipo brasileño se paseó crecido por el césped, tras la victoria: “Hemos matado al PSG con su propio veneno, ¡todos defendimos y todos atacamos!“.

Paiva manipuló sus recursos con habilidad. No le faltaron ni resortes emocionales para motivar sobreesfuerzos, ni centrocampistas con oficio, como Allan, Gregore y el capitán Freitas, elásticos y enérgicos en el bloqueo de todas las líneas de pase por los carriles centrales. Tampoco le faltaron zagueros contundentes en las figuras de Jair y Barboza. Pero sobre todo, dispuso de dos interiores inteligentísimos que no dejaron de moverse hacia la profundidad lo mismo que hacia los apoyos, Artur a la derecha y Savarino a la izquierda. Entre Gregore, Allan y Savarino construyeron la gran jugada que desembocó en el mano a mano de Igor con Beraldo. La antesala del 1-0.

Metido en campo abierto, cuando el ataque del Botafogo rompió hacia la profundidad, Barcola midió mal. Primero, rompió el fuera de juego de Igor. Después, tardó en girarse. Cuando lo hizo, la jugada iba en carencia. El desajuste era total en el momento en que Pacho hizo un repliegue que solo está al alcance de Pacho. Fue una proeza que el ecuatoriano se pusiera por delante de Igor cuando armaba el tiro en el área de Donnarumma. Pero estaba desequilibrado y en lugar de cortar la trayectoria del disparo lo desvió a la red.

“Creo que Botafogo ha sido el equipo que mejor nos ha defendido en toda la temporada, incluida la Champions”, dijo Luis Enrique, al cabo de la jornada. “Siempre es difícil atacar un bloque bajo y ellos lo han hecho muy bien. En esta competición te puedes ir en cualquier momento. El que pensara que esto iba a ser fácil no sabía de qué hablaba”.

Cuando Luis Enrique metió a Fabián, Neves y Mendes en el campo, pasada la hora de refriega, las inercias del partido eran tan fuertes que resultaba difícil cambiar el rumbo. Kvaratskhelia, el mejor de su equipo junto a Vitinha, se rompió las espinilleras a fuerza de desbordar a Artur y Vitinho. Pero sus pases al punto de penalti no encontraron rematador. Ahí aflora otro punto débil del PSG: le faltan atacantes verdaderamente agresivos cuando aborda bloques herméticos. Sin Dembélé, lesionado, el problema se agudiza.

Decía un hincha del Fogao que regresar al Rose Bowl era como volver a un templo consagrado. Por ahí pasó Lobo Zagallo, vieja leyenda del club, el día que Brasil alzó su cuarta Copa del Mundo, en la célebre final de 1994. Hay supersticiones que producen energías incontrolables. Las aficiones americanas que acuden en masa a ver los partidos acreditan que el amor por el juego mueve placas tectónicas. Si los equipos europeos no se toman en serio este Mundial, acabarán pagándolo.

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