Mientras la ofensiva israelí iniciada el pasado día 13 deja una estela de devastación en Irán, crece el reclamo de un cambio político profundo en el país persa. Entre el desconcierto y la indignación, los iraníes atraviesan uno de los momentos más críticos de su historia reciente.
y ha acentuado el aislamiento del país, sumido en un apagón de internet y en una crisis de confianza interna sin precedentes. “Aunque han pasado unos días del comienzo de los ataques israelíes, estoy aún totalmente conmovido y confuso. No entiendo cómo ha pasado todo esto, ni por qué las autoridades no hicieron nada para evitarlo”, dice Mehdi, un comerciante de alfombras de Isfahán, en el centro del país, en una entrevista por internet antes de que el acceso fuera restringido.
Como él, miles de ciudadanos viven entre la frustración y la incertidumbre, frente a un conflicto que estalló sin previo aviso y que ha causado una sensación creciente de vulnerabilidad. Los que han accedido a hablar con EL PAÍS, han pedido que no se publiquen sus apellidos por razones de seguridad.
El primer golpe de Israel fue demoledor: varios altos mandos militares fueron eliminados y múltiples objetivos estratégicos quedaron destruidos. La operación buscó romper la columna vertebral de la capacidad militar iraní y generar una crisis en la cadena de mando, combinando acciones militares con una ofensiva psicológica a gran escala. “Las autoridades gastaron miles de millones de dólares en sus proyectos militares y en un abrir y cerrar de ojos eliminaron a los jefes militares y tomaron el control del cielo del país”, denuncia Soroush, dependiente de una tienda de ropa, reflejando el sentir de una parte significativa de la ciudadanía.
La posibilidad de que el régimen sobreviva a esta etapa crítica sin una transformación de fondo despierta inquietud. Muchos temen una represión aún más severa. “Ahora que el país está bajo los bombardeos de Israel, la Guardia Revolucionaria y la milicia Basij se dedican a intimidar a la población y han detenido a muchas personas”, relata Sadegh.
Pese a las restricciones, la sociedad civil intenta alzar la voz. Varios activistas y figuras públicas han firmado un comunicado titulado “No a la guerra, no al enriquecimiento, no a la República Islámica”. Entre ellos se encuentran la Nobel de la Paz Shirin Ebadi, la activista encarcelada Narges Mohammadi, y los cineastas Jafar Panahi y Mohammad Rasoulof. El texto subraya que “el enriquecimiento de uranio no es una demanda del pueblo iraní” y lanza una dura crítica al sistema político: “No se debe sacrificar a Irán ni a su gente por las ambiciones nucleares de la República Islámica. Esta élite gobernante no tiene ni la voluntad ni la capacidad para resolver los conflictos internos y externos del país. La única salida posible es su retirada y la transición hacia una democracia”.
En medio del debate sobre el futuro del país, la figura de Reza Pahlevi —hijo del último sha de Irán— vuelve a ganar visibilidad. Aunque para algunos sectores es una alternativa legítima, otros lo perciben con desconfianza. Sadegh, estudiante iraní residente en España, recuerda: “Desde hace años hay una intensa campaña de propaganda a favor de Reza Pahlevi, y ahora parece que, con el respaldo de Occidente, podrían intentar su regreso al poder. Eso genera mucha desconfianza”.
Desde Teherán, Shirin, estudiante de diseño gráfico, denuncia el doble rasero de Occidente. “Cada vez que el régimen ha reprimido, encarcelado y asesinado a quienes protestaban —como ocurrió con el movimiento Mujer, Vida, Libertad—, Occidente se ha limitado a emitir comunicados vacíos. Al poco tiempo, por el petróleo, volvió a darle la espalda al pueblo iraní”. Según ella, ya no queda otra salida: “Hoy por hoy, no hay figura más popular que Reza Pahlevi para liderar una etapa de transición”.
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Source: elpais.com