Trump dispara la tensión mundial al bombardear Irán

Washington se desayunó este domingo con algunos detalles sobre la gestación y el lanzamiento la noche anterior de bombardeos sobre tres instalaciones nucleares en Irán, pero aún inmersa en un océano de incertidumbres acerca de lo que condujo a ese ataque sin precedentes y, más importante, sobre las imprevisibles consecuencias que puede tener la súbita conversión militarista de Donald Trump. El presidente estadounidense ha tardado exactamente cinco meses en romper con la palabra de no meter a su país en otra guerra, y lo único claro es que ese espectacular cambio de idea ha disparado la tensión en un Oriente Próximo en estado incandescente y en un tablero mundial que se desliza cada día un poco más hacia un escenario peligrosamente parecido al de una guerra global.

Ni Vance ni nadie en el Gobierno estadounidense se atrevió a aventurar cuál será la respuesta del viejo enemigo, que lleva nueve días siendo atacado por Israel sin más justificación que la sospecha, aún no probada, de que la república islámica se halla cerca de conseguir la bomba atómica. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos disponen de información que contradice esa impresión, lo cual no ha impedido a Trump sumarse a la campaña militar del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu,.

Hasta que esas dudas se despejen, parece claro que Trump hizo una fenomenal apuesta el sábado, un órdago en el que se juega la presidencia. Si sus cálculos son correctos, la demostración de fuerza de Estados Unidos, que pulverizó cuatro décadas y media de política de contención con Irán desde los tiempos de la crisis de los rehenes, que, iniciada en 1979, le costó en buena medida la reelección a Jimmy Carter, obligará a los enviados iraníes a sentarse con ganas de sellar un acuerdo en la mesa de negociación del pacto nuclear, siete años después de que el propio Trump sacase a Estados Unidos del marco de cooperación fijado a golpe de diplomacia por su primer predecesor, Barack Obama.

En clave interna, está por ver hasta dónde llega la oposición de destacadas figuras del movimiento MAGA (Make America Great Again) a las aventuras bélicas que el jefe les contó que no correría para centrarse en Estados Unidos primero (America First). Tal vez para adelantarse a los acontecimientos, la oficina de prensa de la Casa Blanca dedicó la madrugada del domingo un considerable esfuerzo a recopilar los mensajes de apoyo a la decisión de Trump de atacar Irán de un centenar de congresistas y de 35 senadores republicanos. La lectura de ese interminable correo es una experiencia de esas que solo brinda la literatura experimental, así como una mareante incursión en las dinámicas, propias del culto al líder, del universo republicano actual. Y, de nuevo, es importante aclarar si estamos ante el inicio de una guerra o no. Si lo fuera, el detonante habría requerido del permiso del Congreso, que Trump no se molestó en buscar.

En lo que respecta a los aliados de Estados Unidos, la primera incógnita por despejar es si Trump viajará finalmente a la cumbre de la OTAN en La Haya; de momento, ha retrasado su partida al martes. Los diplomáticos europeos que se reunieron con representantes de Irán el viernes pasado en Ginebra no recibieron aviso del ataque sobre las tres instalaciones nucleares. A los líderes de Reino Unido, Francia y Alemania les unió en la resaca de los bombardeos un comunicado conjunto en el que instan a Irán a no responder a la escalada estadounidense. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, consideró, por su parte, que lo sucedido este sábado demuestra que “el mundo empieza a asomarse a un abismo oscuro”. Antonio Guterres, secretario general de la ONU, organización una vez más impotente, que reunió a su Consejo de Seguridad de urgencia para tratar la crisis, definió la dinámica geopolítica de los últimos tiempos como “una ratonera de represalias encadenadas”.

Si Estados Unidos no avisó a sus aliados no fue por falta de tiempo: según informa la revista The Atlantic, cuyos reporteros no fueron esta vez incluidos en un chat, como sí sucedió en un bombardeo previo a los hutíes en un embarazoso incendio escándalo que acabó bautizado como Signalgate, la decisión de lanzar bombas sobre Irán estaba tomada desde el miércoles. Al día siguiente, Trump dijo que se daba dos semanas para resolver sus dudas sobre un posible ataque. Ahora se sabe que se trató de una cortina de humo para coger desprevenido al enemigo. Y ahí el presidente estadounidense jugó bien sus cartas: el anuncio fue interpretado como otra prueba de su indecisión y de su tendencia a ganar tiempo (por lo general, dos semanas) prometiendo soluciones que no siempre llegan.

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