El Real Madrid no entiende de romanticismos y acabó con el sueño del Valencia Basket de ganar la Liga en la despedida de su casa. El equipo de Chus Mateo tumbó a los taronja a la primera (3-0) con un partido impecable que le permitió llevarse la Liga ACB y apagar la Fonteta después de casi 38 años y 1.007 partidos.
El Valencia Basket dio la sensación durante el arranque del tercer asalto que estaba más pendiente de los árbitros que de su juego. Pedro Martínez había cerrado el segundo partido con una protesta por unos supuestos errores y la Fonteta, con 8.000 aficionados vestidos de naranja, era pura gasolina a punto de arder en cuanto sonó el silbato.
Pedro Martínez no juega con cartas marcadas. Toda la Liga conoce sus bazas y ya depende del talento o el empeño del rival en contrarrestarlas. El Real Madrid, más versátil, más tranquilo también con el 2-0 en el bolsillo, disfrutó de sus mejores minutos en cuanto Chus Mateo colocó a Mario Hezonja (ocho rebotes en la primera mitad) de cuatro. El Valencia no se atrevía por dentro, el reino de Tavares, y por fuera no conseguía afinar el instrumento (2 de 13 en triples en el primer cuarto).
Mateo ni siquiera tenía que abusar de Tavares. Bruno Fernando se ha convertido un mazo en esta final. Muy contundente. El Valencia de los récords de triples (más de 500 por primera vez para un equipo ACB) y de anotación, curiosamente, se tambaleaba por su sequía en el tiro.
Pero así es el equipo taronja y así estaba dispuesto a morir, fiel a su estilo. Una fe ciega por su apuesta ofensiva que tan pronto te lastra (19-29) como te propulsa hasta mirarle a los ojos a los blancos (34-36), demasiado cómodos durante los dos primeros cuartos porque dominaban el uno contra uno y el Valencia no les ponía en verdaderos aprietos. Pero las rachas del Valencia son tremendas y, como en una moraleja, un triple de Xavi López-Arostegui, cómo si no, dejó al Valencia por delante (40-39).
Tavares, grande como una ola de Nazaré, reduce los ataques de sus rivales a unos pocos metros cuadrados. El pívot de Cabo Verde, como Cesária Évora, la reina de la morna, la de los pies descalzos, lideraba la defensa blanca y Facu Campazzo, tango argentino, hacía bailar a su equipo como él quería. El ataque era suyo. Juntos lanzaron al Madrid con un parcial demoledor de 0-15 a la salida del descanso que dejó al Valencia sin habla (40-54).
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Source: elpais.com