Entre el martes y el miércoles fueron hallados los cuerpos de cinco mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Maritza fue la víctima del primer crimen machista de unas 48 horas agónicas, cuando su pareja sentimental la mató de una cuchillada en el pecho en Getafe (Madrid). El mismo día, la Guardia Civil encontraba el cadáver de Susana en un cubo de basura en el piso de un varón en Gijón. De madrugada, unos gritos alertaron a los vecinos de Algemesí (Valencia), pero nadie llegó a tiempo. Alejandra fue degollada y su hijo, de dos años, . Horas más tarde, en Ruguilla (Gualadajara) apareció el cuerpo de Ramy Virginia, a la que se le perdió la pista una semana antes cuando iba a casa de su novio. El quinto crimen lo cometía un hombre de 57 años en Las Palmas de Gran Canaria. La hija de María del Carmen encontró a su madre fallecida junto al asesino, que se había suicidado.
Todas las mujeres tenían algo en común: ninguna había denunciado. El Ministerio de Igualdad convocó un comité de crisis este jueves para el próximo 10 de julio ante el repunte de asesinatos machistas. “La alarma es real”, advirtió la ministra Ana Redondo.
El verano es el periodo de mayor riesgo para las mujeres que viven situaciones de violencia: los meses de junio, julio y agosto concentran casi el 30% de todos los crímenes desde que existen registros, en 2003. El periodo vacacional y un momento de mayor libertad y autonomía para las mujeres porque toman más decisiones sobre qué actividades, viajes o personas ocupan su tiempo encaja con la naturaleza de la violencia machista y del agresor: la pérdida del control y querer recuperarlo.
A Maritza Balladares, la mujer de 60 años asesinada por su marido en Getafe (Madrid) este miércoles le encantaba cantar No dudaría, de Antonio Flores. “Pero mucho… Una canción que precisamente habla de no usar la violencia…”, se lamenta su hija Yulianna Aguilera al teléfono. Además de eso, también era una enamorada de la bachata y del karaoke, como muestra Yulianna en varios vídeos de su madre siendo feliz con un micrófono en la mano.
Maritza era originaria de Cuba, donde conoció a Florindo Fernández, de 63 años, a través de su hermana. Cuando se casaron hace poco más de una década, se instalaron en Alemania, pero ella siempre quiso vivir en España, donde se establecieron hace dos años. Desde el primer momento en el que puso un pie en Madrid fue feliz de volver a estar en un lugar en el que entendía todo y estaba cerca de su hija y sus nietos. Podía desarrollarse personal y profesionalmente. La mujer tenía otro hijo que vive en Cuba.
Este miércoles 25 de junio, a primera hora de la mañana, la comunidad de vecinos de Getafe en la que residían se despertó sobresaltada por los gritos de Maritza y de su marido. Algunos de ellos observaron cómo él la agredía con un arma blanca en el patio interior. El hombre le provocó una herida mortal en el pecho y después se refugió en un cobertizo del que la policía tuvo que sacarlo después de reducirlo con una pistola táser.
Aunque Maritza ya vivió un episodio de violencia por parte de su marido en Alemania en el que tuvo que intervenir la policía, su hija asegura que nunca pudo esperar este final. En España no constaban denuncias previas al asesinato ni Florindo tenía antecedentes. “Después de aquel episodio, ella siguió con él porque tenía lástima”, cuenta Yulianna.
Susana Sierra, de 49 años, llegó a Asturias hace años desde Baleares, su tierra natal. Sufría problemas de salud mental, al igual que su marido, con el que se casó hace más de una década. Además, la víctima tenía un hijo de una relación anterior, de 27 años, que también padece trastornos psiquiátricos.
En una relación anterior, Susana ya había sido víctima de violencia de género, una situación que había denunciado y por eso fue incorporada en 2008 al sistema VioGén en el que permanecía, pero de manera no activa, es decir, sin protección ni órdenes de alejamiento en su entorno. Las idas y venidas de su hogar eran repetidas y en una de esas escapadas, a finales de marzo o a principios de abril, conoció al hombre que terminó asesinándola, Jesús Suárez Fernández, de 65 años, en una de las casas de acogida de Remar, una ONG que ofrece ayuda a mujeres con hijos en situación de desamparo y abandono para su protección en hogares y a personas con problemas de adicción.
Tuvieron encuentros esporádicos en su piso de la calle Contracay de Gijón, al que incluso llegó a ir con su marido. El pasado 7 de mayo, algo más de un mes desde que Susana abandonara su hogar, su marido presentó una denuncia por desaparición que culminó el pasado martes, 24 de junio, un día después de que la Policía Nacional detuviera al inquilino de la vivienda donde fue encontrado el cuerpo de Susana en descomposición avanzada en un cubo de basura. Informa Nacho Poncela.
Allí, él ya empezó a manifestar un carácter posesivo y celoso que derivó en comportamientos agresivos y violentos hacia ella. Ambos se habían trasladado a la población valenciana, donde residían los familiares de Alejandra, para buscarse una vida mejor. Ella también tenía una hija veinteañera en Colombia. Él se mostraba cariñoso con el niño, pero cada vez aumentaban más los maltratos y el control sobre ella, según relatan los familiares y la amiga de la víctima.
Un viandante encontró el cadáver en una de ellas y avisó al 112. Ramy Virginia, de 41 años, tenía doble nacionalidad, italiana y venezolana, y el sueño de montar una empresa de costura en España. Era lo que más le gustaba, pese a haberse formado en Ciencias Fiscales en Venezuela. Mientras tanto, se apañaba con lo que encontraba. El día que desapareció tenía día libre en la gasolinera en la que trabajaba. “Era una persona maravillosa, muy guerrera y muy servicial, que sólo quería sacar adelante a sus hijos”, cuenta su hermano. Informa José C. Rejas.
Con información de Isabel Valdés.
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Source: elpais.com