Mark Rutte, adulador en jefe de Donald Trump

La lluvia de halagos, sin embargo, eran para Rutte una suerte de operación Trump: el envoltorio en el que presentaba a Washington que Europa está dispuesta a asumir, por primera vez desde la Guerra Fría, una mayor responsabilidad de la defensa del continente. Pero, ¿se excedió Rutte en unas efusiones grabadas por los medios internacionales y que circularon de inmediato convertidas en memes a través de Internet?

A primera vista, el agasajo hacia el presidente Trump, elevado casi a la categoría de embelesamiento por parte del secretario general de la OTAN, ha sido surtido efecto. El compromiso de La Haya marca un desembolso total del 5% del PIB europeo a la defensa, aunque la solidez del pacto se pondrá a prueba enseguida en la práctica.

El presidente estadounidense ha amenazado ya en persona a España con represalias comerciales si persiste su rechazo de asumir el objetivo de gasto, cuando lo cierto es que este puede hipotecar el margen de maniobra de futuros gobiernos europeos. Rutte es un político experimentado y, si bien pareció sorprenderse del eco de sus propias lisonjas hacia Trump, pronto recuperó el pie. O, al menos, intentó derivar la presión.

Hubo un momento en que sí pareció algo desconcertado. Fue cuando el presidente de Estados Unidos hizo público un mensaje privado que le había remitido a través de la aplicación comercial de mensajería de alta seguridad Signal. Rutte le felicitaba con mayúsculas por el bombardeo de Irán, y aseguraba el pago europeo en el marco de la OTAN, y el equipo de Trump envió un pantallazo de esas palabras a su red social Truth.

“En Países Bajos sabemos desde hace años cómo se comporta Rutte en su quehacer político. Tiene su ego, sin duda, pero no le importa demasiado cuando va en busca de su meta”, dice al teléfono Petra de Koning, autora de una biografía suya. “Ahora bien, cuando habla de Trump como un daddy [papi, con respecto al conflicto entre Israel e Irán y la necesidad de que el estadounidense intervenga ante dos países que se comportarían como niños] parece excesivo”, señala.

El aplauso de Rutte hacia Trump tampoco ha causado tanto estupor de puertas adentro de la OTAN como en la prensa internacional. No ya solo porque llevan tiempo presenciándolo: es que, señalan diversas fuentes europeas y aliadas, para eso está.

La misión principal de Rutte en estos momentos, indican incluso quienes no esconden su incomodidad con la actitud zalamera del holandés, es evitar a toda costa que Estados Unidos se desvincule de forma abrupta de la Alianza, algo con lo que lleva amagando —y amargando a sus aliados— desde antes aún de regresar a la Casa Blanca. “De lo que se trata es de mantener a los estadounidenses a bordo (…) Esa es su tarea”, señalan. Y si para ello hay que llegar a límites insospechados en el peloteo, pues adelante.

De ahí que nadie haya querido estos días criticar abiertamente la actitud reverencial de Rutte ante Trump en La Haya. Ni siquiera el presidente español, Pedro Sánchez, pese a haber sido la oveja negra de la cita. “Que cada cual saque sus conclusiones”, se limitó a decir, preguntado sobre la actitud de Rutte.

Las cumbres transmiten una sensación de acción colectiva de los líderes políticos mundiales, y el esfuerzo por contentar al presidente estadounidense ha sido una tendencia común entre los países europeos desde su toma de posesión, en enero de 2025. El simple hecho de adaptar la cita de La Haya a su reconocida escasa capacidad de atención, sabiendo que evita las reuniones largas, es el mayor cumplido. Y se hizo de entrada. Igual que, pocos días antes, sucedió en la reunión del G-7 en Canadá.

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