Emilio y Carlos se conocieron en 1975, durante el tardofranquismo, una época en la que todo era clandestino, en la que cada cita debía venir acompañada de justificaciones, coartadas y mentiras. Para Emilio “era algo agotador”. De ahí que se casaran en cuanto fue legal. A su boda acudió el activista y político del PSOE Pedro Zerolo, uno de los impulsores de la norma.
En 2005, cuando se aprobó la ley de matrimonio igualitario, se organizó una furibunda respuesta a lomos del Partido Popular (que llevó la norma al Constitucional), la Iglesia, que organizó manifestaciones y rezos, pasando por muchos medios conservadores que cargaron las tintas de homofobia. “A mí me acusaron de ser más o menos el diablo porque iba a acabar con las familias”, recuerda Zapatero: “Había muchos obispos [en contra de la norma] de la mano del PP. Nunca vi tantos obispos en mi vida”.
En ese clima, el alcalde de Campillo, Francisco Maroto, dijo que él casaba a todo el que fuese a su pueblo. “Nunca pensé que ese acto de visibilidad y militancia pudiera tener tal recorrido”, apunta Maroto tras casar a la pareja de chicos, pues sigue ejerciendo como alcalde de su pueblo (por el PSOE). También se casó ―con otro hombre― y se divorció: “Yo era de los que no quería casarme y hoy soy de los que reivindica el matrimonio 100%. Me casaría mañana otra vez”.
Maroto cuenta que comenzó a militar en el movimiento por los derechos LGTBIQ+ a los 16 años. “Estuve represaliado en la Dirección General de Seguridad por la Ley de vagos y maleantes cuando montamos el primer Frente de Liberación Gay”, rememora. “Por suerte, con el tiempo, la sociedad española se ha trasformado: ha abrazado el matrimonio igualitario como algo propio”. Actualmente, casi ocho de cada diez españoles (79%) ve el matrimonio igualitario como “una conquista positiva para el conjunto de la sociedad”, según el último barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas).
Ana Garriga y Nerea Pérez de las Heras, de 35 y 43 años, habían hablado alguna vez de casarse. Pero hubo algo que lo precipitó todo: un grave accidente que puso la vida de Pérez de las Heras en peligro y a consecuencia del que perdió parte de una pierna. “Cuando en la vida se te atraviesa algo tan inmenso y tan difícil de encajar, te reconfigura también a ti”, resume Ana. Les ocurrió también con los vínculos: las impulsó a “formalizar” su relación. “Quieres tener legalmente una persona responsable de lo que te pueda pasar. Y poder elegirla porque te das cuenta de que en la vida hay situaciones en las que, de repente, necesitas que alguien tome decisiones por ti y amparada por la ley. Eso nos hizo dar el paso”, añade la investigadora y podcaster (cocreadora de Las hijas de Felipe) un mes después de casarse (lo celebraron en mayo de este año).
“El matrimonio sigue siendo una institución criticable, ha estado llena de autoridad, de jerarquía, para las mujeres ha sido históricamente terrible”, matiza Nerea, que es periodista y copresentadora de los podcasts Saldremos mejores, Lo normal y Está el horno para bollos. “Sin embargo, estas grandes instituciones, que han estado sumergidas en el sumidero heterosexual, se resignifican cuando son tomadas por las bolleras o los maricas. No es lo mismo”, continúa. Celebra que la norma las convierte a ella y a su esposa en “ciudadanas de pleno derecho”. “Cuando se aprobó, no querían llamarlo matrimonio. No hay nada más importante en las leyes que los nombres”.
Antes de la aprobación del matrimonio igualitario, el activismo LGTBIQ+ ya peleaba por una norma que reconociese sus uniones. En la época de Jose María Aznar (PP) como presidente del Gobierno, ya hubo conversaciones. El Ejecutivo conservador ofrecía una garantista ley de parejas de hecho siempre que se renunciase a la palabra matrimonio. “Dijimos que no, que queríamos los mismos derechos que el resto de ciudadanos, que queríamos el matrimonio”, recuerda Boti García Rodrigo, lesbiana, activista de 80 años y expresidenta de la Federación Estatal LGTBI+ (Felgtbi+), además de exdirectora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBIQ+ del Ministerio de Igualdad. “Decidimos que teníamos que pelear por ese sueño”, agrega. Al poco tuvieron una primera reunión con Zapatero.
Las mujeres se casan, de media, un poco antes que los hombres: 38 frente a 43 años. Así, dos de cada tres parejas de mujeres se casaron entre los 20 y los 40 años, mientras que la mitad de los hombres lo hizo a partir de los 40. Alpe Conceptes (67) y Lluciá Aimsa (64) dieron el “sí, quiero” pasados los 50.
Llevan casados desde 2012 y dicen que contrajeron matrimonio “tarde”. La razón es que esperaron a que se resolviera el recurso que había planteado el PP contra la ley. “No queríamos estar en un limbo legal”, afirma Alpe. En cuanto se desestimó, organizaron su boda. Ambos están jubilados y viven en Sitges. A Alpe no le gusta la palabra queer: “En inglés quiere decir extraño. Yo me he pasado toda la vida intentando ser normal: un señor normal al que le gustan los señores”.
Uno de los motivo para que Alpe y Llucià se casaran fue el paso del tiempo, el hacerse mayor, el por lo que pueda pasar. “Aparte de la ilusión, de hacer pública nuestra relación y festejarlo, implica estar acogido por la ley, tener los mismos derechos, que es lo más importante”, remarca Lluciá. Además, en su caso, también fue un ejercicio de visibilización en algunos ámbitos de su vida como el laboral.
A pesar de los avances sociales que han vivido a lo largo de su vida, lamentan que “incluso en la España hoy en día hay miradas”. Recuerdan un viaje que hicieron recientemente con el Imserso y la “sorpresa” que hubo cuando constataron que eran marido y marido: “No es nada grave; sí, un poco incómodo”.
“Antes, había un sentimiento de lucha bastante más marcado”, incide la mujer: “Si no luchamos para ir para adelante, pues vas para atrás, ¿no?”.
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Source: elpais.com