Cuando el Madrid salió a calentar, sonaba Baile inolvidable, del último disco de Bad Bunny, que parece ir anticipando su camino en el Mundial. También lo que estaba a punto de suceder en el MetLife. Otro de los temas empieza: “Yo la conocí en Miami”, donde echó a andar el torneo. Y otro: “Si te quieres divertir / Con encanto y con primor / Solo tienes que vivir / Un verano en Nueva York”, adonde llegaron el viernes (4 de julio, como en la canción) para los cuartos. El duelo comenzó como anticipaba la música del calentamiento, un baile inolvidable en el . Tanto, que los alemanes no aparecían, espectadores del show, siempre por detrás del lugar adonde iba la pelota, pero donde siempre había un futbolista de blanco. El Madrid tocaba y tocaba en una danza dirigida por Güler, cada día más inspirado, cada cita más sabio. Primero, por la izquierda, donde Fran García descubrió un espacio cerca de la línea de fondo que provocó pavor en el Dortmund. Después de los primeros centros, bloqueados al límite, no rematados por poco, apareció el turco, que antes le había lanzado al espacio, para añadir sentido. Levantó la cabeza y encontró a Gonzalo entre dos centrales. Y Gonzalo marcó.
El canterano volvió a empezar en el once, con Mbappé de nuevo en el banquillo, acertó por cuarta vez y se colocó como máximo goleador del torneo, con Guirsasy, Marcos Leonardo y Di María. No solo tiene el don del gol, de depositar el balón en la red, como Zamorano, como Hugo Sánchez. Tiene también la clarividencia de encontrarse en el lugar adecuado, como Raúl.
Era solo el comienzo. El Real afinó aún más la circulación, el Dortmund llegaba incluso más tarde, la pelota le eludía, o se la birlaba Tchouameni, que desactivó el talento de Brandt, y aparecía por todas partes. Después de una jugada infinita, casi dos minutos, volvió a aparecer Gonzalo, que filtró a la entrada de Trent al área. El inglés, un lateral, cruzó un pase y Fran, el otro lateral, marcó el segundo.
El Madrid deslumbraba. Llevaba el juego a un territorio colindante con la magia. Güler encontró a Tchouameni con un globito, el francés vio la carrera al área de Vinicius, que parecía que iba a enfilar hacia Kobel. Pero no: la dejó pasar a la llegada de Bellingham a su espalda, un “oh” en la grada y un tiro fuera cerca del palo. Fue media hora de baile inolvidable.
Después de la primera pausa de hidratación, el Dortmund recuperó pie. El Madrid necesitaba recobrar aire después de ese primer fogonazo, en otra tarde abrasadora. Los alemanes se reencontraron con la pelota, pero también con el orden del Real, casi suficiente para defenderse. No eran necesarias las paradas de Courtois, que brilló aportando salidas al equipo. El pelotón de Xabi pasó de arrollar con la pelota a amenazar a la contra. El portero lanzó dos peligrosísimas después de atrapar dos córners del Dortmund. El Madrid cada vez tiene más caras.
Y eso que todavía no ha terminado de meter a tocar la misma música a los dos futbolistas con el cartel de más distintos. Vinicius parece lento, aunque cuando prueba defensas a la carrera se ve que conserva la velocidad. Ha perdido la sintonía con la frecuencia de su fantasía.
También faltaba por llegar Mbappé, aún con las últimas secuelas de la gastroenteritis que le llevó al hospital. El francés no entró al campo hasta el minuto 67, en la primera tanda de cambios para refrescar al pelotón y protegerlo de amarillas que le diezmaran para la semifinal. Salió Vinicius y se quedó Gonzalo. La entrada de Modric y Ceballos devolvió el mando al Real, y el Dortmund sufrió otra descarga de llegadas al área de Kobel.
Pero el Madrid no tenía el duelo agarrado como al comienzo. Se abrieron las costuras. Marcó Beier tras un mal despeje de Rüdiger, marcó Mbappé tras otro pase de Güler y Huijsen vio la roja que no le dejará jugar la semifinal contra el PSG.
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Source: elpais.com