Razones de la inconstancia

Cuando yo estaba en el circuito acompañando a Rafael, rara vez veíamos derrotas de los mejores tenistas del circuito en las rondas iniciales de las competiciones y se mantenían, por tanto, durante años en esas primeras posiciones. No solamente eran Federer, Djokovic, Murray o Rafael los que jamás perdían en las estaciones de partida; Wawrinka, David Ferrer, Del Potro, Tsonga o Berdych garantizaban, por aplastante norma general, ir avanzando a paso firme hasta que se eliminaban entre ellos o se veían apeados por uno de los pocos tenistas que tenían en el rango inmediatamente superior.

Así que, ¿cuáles son las causas de que actualmente veamos muchas más derrotas, en principio sorpresivas, al inicio de los torneos?

Creo que, en primer lugar, hay un hecho estrictamente tenístico: la altísima velocidad a la que se juegan la mayoría de los puntos. El pasado domingo, sin ir más lejos, escuché a Feliciano López decir durante la retransmisión del partido de Alcaraz contra Rublev la admiración que le causaba ver cómo los jugadores eran capaces de controlar la pelota a la velocidad con la que jugaban. Y, sin embargo, la realidad es que hoy día se cometen muchos más errores que antes, estos se producen precipitadamente y son, también, mucho más estrepitosos.

La altísima potencia que se imprime a cada uno de los intercambios propicia que cualquier pequeño desajuste en los gestos conlleve un descontrol total de la pelota. La consecuencia inmediata y natural, por supuesto, es un juego mucho más inestable y un tenista afectado por una menor confianza.

Ferrer, Juan Carlos Ferrero o Andy Murray, por volver a varios ejemplos, rara vez fallaban sus golpes estando en buena posición. La velocidad mucho más controlada los convertía en tenistas estables, correosos y asiduos en las rondas avanzadas.

Si los tenistas actuales lucharan con el mismo tesón que mostraba Ferrer en todos los torneos, fuera la que fuera su entidad, progresarían de la misma manera y con la misma fiabilidad que lo hizo siempre él. Y, por encima de todo y con toda probabilidad, ganarían más confianza y perderían menos partidos.

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