El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cruzó este viernes otro rubicón al demandar a un medio de comunicacion por publicar una historia periodística con la que no está conforme. Sus abogados registraron en un juzgado del sur de Florida una demanda por libelo y calumnia contra Dow Jones y News Corp., editoras del diario conservador The Wall Street Journal; contra su dueño, Rupert Murdoch; y contra los dos reporteros que firmaron el jueves por la noche la noticia que enfadó al mandatario republicano.
Más o menos a la misma hora en la que se conocía la noticia de la demanda, en la que Trump pide una indemnización de “al menos 10.000 millones de dólares”, llegó, en algo que pareció una operación concertada, la confirmación de que la fiscal general, Pam Bondi, había solicitado a un juez de Manhattan la desclasificación de una pequeña parte de los documentos del caso Epstein, como le había pedido que hiciera Trump la noche anterior. La petición fue una maniobra para lograr aplacar los ánimos del movimiento MAGA (Make America Great Again).
Los seguidores del presidente andan en pie de guerra desde que hace dos domingos el Departamento de Justicia publicó un documento, que también llevaba el sello del FBI, con dos conclusiones que echan por tierra las teorías de la conspiración sobre el caso Epstein alimentadas, por, entre otros, Trump y Bondi. La primera es que no existe la lista de ricos y famosos que participaban en su red de abuso de sexual, cuyos nombres el millonario supuestamente apuntaba en una libreta negra. La segunda es que este se suicidó en su celda aquella noche de 2019. Es decir, nadie lo asesinó para que se fuera con sus comprometedores secretos a la tumba, como sospechan quienes dudan de la versión oficial.
Los documentos que Bondi y Trump quieren hacer públicos pertenecen a los primeros pasos de la instrucción del caso. El ordenamiento estadounidense contempla el recurso en ciertos supuestos a la ayuda de un gran jurado. Integrado por un número de ciudadanos −variable, según los estados−, el fiscal les expone sus argumentos y las pruebas en las que confía para lograr una condena y así estos deciden si merece la pena continuar con el proceso o no. Esos trabajos son confidenciales, y en este asunto, la privacidad de las víctimas es una prioridad.
Ahora toca esperar y ver si el juez ordena la publicación de esos documentos, a la que pueden oponerse, por ejemplo, los testigos y las víctimas. El proceso podría tomar semanas, meses e incluso años, así que tal vez la iniciativa de Trump solo sea una maniobra de dilación.
Los escépticos de Epstein esperan mucho más que los papeles del gran jurado: no piensan parar hasta ver los registros de vuelo de su jet privado, materiales comprometedores del sumario −como vídeos, fotografías y grabaciones de audio− o esa libreta negra que vendría a demostrar la existencia de una élite global dedicada al tráfico de menores y de cuya existencia, seis años después, sigue sin haber pruebas fehacientes.
La publicación de la historia del Journal se enmarca, por su parte, en la fenomenal atención mediática que está cosechando estos días en Estados Unidos el cambio de idea del presidente sobre su antiguo amigo, con el que en 2019 dijo que llevaba “15 años sin hablar”. La prensa también está siguiendo con pasión la crisis que el infausto recuerdo de Epstein ha desatado en seno del Partido Republicano, por primera vez dispuesto a llevar la contraria a su líder desde que este retomó el poder.
La ofensiva ya se ha cobrado las víctimas de ABC News y de su presentador estrella, George Stephanopoulos; de la CBS, por publicar una entrevista editada con Kamala Harris cuando era candidata, que, según Trump, beneficiaba a los demócratas; o de la agencia AP, a la que la Casa Blanca niega el acceso al Despacho Oval y al avión presidencial Air Force One por su negativa a adoptar.
Todo indica que el Journal tiene confianza plena en el material que publicó el jueves. Además, en Estados Unidos el libelo es una causa difícil de ganar. No solo porque para hacerlo toca probar que el editor publicó la información a sabiendas de que era falsa; también, porque la libertad de prensa goza de una robusta tradición en este país. Eso no quita para que Trump aspire a cambiar las reglas que se aplican a los medios y, de paso, ampliar su poder ejecutivo. Los considera “el enemigo del pueblo” y se enorgullece de como prueban las encuestas, entre la opinión pública estadounidense.
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Source: elpais.com