Operarse de cataratas ya no es solo cosa de mayores: por qué crece esta cirugía a partir de los 50

Vanessa Hernández gestiona un puesto de “reposteria creativa” en el mercado municipal de Catarroja (Valencia). Desde pequeña tiene miopía, pero hace unos meses empezó a notar “como una niebla” en la visión. “Pensé que era la edad o presbicia. Para mi sorpresa, eran cataratas. A los 50 años, me han tenido que operar los dos ojos”, cuenta. Ricardo Mora tiene 55, vive en la vecina localidad de Torrent, es camionero y en octubre pasado notó que había dejado de ver con nitidez. “Fui al médico y me diagnosticó cataratas. De la operación, salí como nuevo. Yo llevaba gafas de toda la vida por astigmatismo, pero aprovecharon y me lo arreglaron todo, así que me he olvidado de ellas”, celebra. Ana Fort, de 63 años y residente en Dénia, recibió en abril un pelotazo en el pómulo izquierdo mientras jugaba a pádel. “No le di mucha importancia, pero dos días más tarde con ese ojo solo veía luces y sombras”, explica. Hace tres semanas, fue operada de una catarata causada por el golpe.

La historia de estos tres pacientes tiene algo que es muy común. La cirugía de cataratas es la más frecuente en España, con “más de medio millón de intervenciones al año y una tendencia al alza desde hace más de una década”, explica Javier Mendicute, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Ocular Implanto-Refractiva (SECOIR).

Las razones por las que un número creciente de personas más jóvenes se someten a esta operación, en cambio, son más complejas y variadas. Una parte de los casos se deben al aumento de la prevalencia de otras afecciones, como diabetes, obesidad y miopía, que incrementan la probabilidad de sufrir cataratas.

Unas ventajas que, a su vez, han hecho que sea “el propio paciente el que se quiera operar antes, con la catarata aún incipiente y, a menudo, porque en la misma operación se le corrigen otros problemas de visión como la miopía, el astigmatismo e, incluso, la presbicia”, añade el presidente de la SECOIR.

Cada caso, sin embargo, es distinto y la casuística casi infinita. Las intervenciones de Hernández y Mora, por ejemplo, fueron cubiertas por la sanidad pública —ambos acabaron siendo operados de los dos ojos—, mientras Tort pagó un total de 4.900 euros, también por ambos ojos. En el izquierdo, el del pelotazo, además de la catarata, le reconstruyeron el iris —también dañado por el golpe— y corrigieron cuatro dioptrías de hipermetropía. Luego se operó del segundo, en el que tenía casi cinco, porque resulta complicado vivir con grandes diferencias de dioptrías entre los dos ojos.

La intervención, que se hace con anestesia local, empieza con una pequeña incisión de algo más de dos milímetros en la córnea, la zona transparente que hay delante del ojo. En un segundo paso, tras acceder al cristalino opaco a través del corte, este es fraccionado en pequeñas partes mediante un proceso llamado facoemulsificación que utiliza ultrasonidos. Los pequeños trozos son retirados y, en su lugar, es colocada una nueva lente de material acrílico, que se introduce doblada por la pequeña incisión y que se despliega en el interior del ojo.

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