El mundo —y la prensa— ya ha perdido la cuenta de las veces en las que la guerra comercial de Donald Trump ha estado a punto de comenzar. Pero en esta ocasión, dice el presidente de Estados Unidos, va en serio. “La fecha límite del 1 de agosto es la fecha límite del 1 de agosto”, sentenció el presidente estadounidense este miércoles −quién sabe si en un homenaje a Gertrude Stein (“una rosa es una rosa es una rosa”)−. Lo hizo en un mensaje en su red social, Truth, escrito todo en mayúsculas. “[El final del plazo] Se mantiene con firmeza, y no será ampliado. ¡[Será] Un gran día para Estados Unidos!“.
Así que si no vuelve a cambiar de idea, el viernes, por tanto, entrarán en vigor los aranceles que Washington ha impuesto unilateralmente a decenas de países desde que el republicano regresó a la Casa Blanca con sus planes de revertir la globalización que la primera potencia mundial instigó durante décadas en su propio beneficio.
Están los que han alcanzado sus acuerdos comerciales, o, más bien, principios de acuerdos comerciales, en estos casi 120 días; estos, como el Reino Unido, Japón, Indonesia o la Unión Europea, saben a qué atenerse y solo les queda, y no es un asunto menor, aterrizar los detalles de esos pactos.
En el segundo grupo, figuran los socios que han recibido amenazas concretas, bien sea cuando Trump lanzó su campaña de aranceles por carta a principios de julio, o tras anuncios específicos del presidente de Estados Unidos, el último de los cuales llegó este miércoles con la India (gravámenes del 25%).
En el tercer pelotón, están aquellos socios de escasa envergadura con los que Estados Unidos no ha tenido ni el tiempo ni la urgencia de sentarse a negociar: a estos les caerán una tasa universal, que Trump ha situado en declaraciones vagas en al menos el 15%.
Según Goldman Sachs, estos dos últimos grupos representan el 52% de las importaciones estadounidenses, e incluyen dos de los principales socios comerciales: . Sobre ambos pesan aranceles del 30 y del 35%, respectivamente, para los productos que no estén incluidos en el TMEC, el acuerdo de libre comercio norteamericano cuya renegociación está pendiente. Los negociadores mexicanos confían, según fuentes diplomáticas de Washington, que se pueda anunciar un pacto antes del límite del viernes.
Esas fuentes también cuentan que todo depende, como casi siempre, del visto bueno último de Trump, que también podría decretar un aplazamiento para ese caso concreto, como confían los funcionarios estadounidenses que llevan las conversaciones con Pekín que haga el presidente de Estados Unidos con China.
Tras dos días de intensos contactos en Estocolmo (Suecia) ambas potencias parecen dispuestas a seguir hablando, antes de embarcarse en una guerra de aranceles cruzados como la que en abril llevó a Estados Unidos a cobrar un 145% a China, y a China, un 125% a Estados Unidos. Esos números quedaron aparcados tras una ronda de negociaciones en Ginebra (30% frente a un 10%). El secretario del Tesoro, Scott Bessent, tenía previsto verse este miércoles con Trump para convencerlo de la conveniencia de un aplazamiento.
El gravamen universal del 15% con el que amenaza Trump esta vez supone un 5% más de la cifra que quedó fijada después de que el presidente de Estados Unidos anunciara el 2 de abril en el jardín de la Casa Blanca y con una enorme cartulina entre las manos aranceles, mal llamados “recíprocos”, para decenas de países, desde el 49% a Camboya al 20% a la UE.
Otros socios que han alcanzado sus respectivos pactos (en total, son ocho: además de la tregua con China, y de los casos mencionados de la UE, Japón, Corea del Sur y Pakistán, están el Reino Unido, Vietnam, Indonesia y Filipinas) no saben bien por dónde tirar. El caso más llamativo es el de Vietnam. Trump anunció un acuerdo el 2 de julio, que acarrea un gravamen del 20% a todas las importaciones de Hanói, a cambio de que el país asiático se “abra al comercio estadounidense”. Desde entonces, nadie ha visto un papel sobre ese pacto. Ni siquiera el mismísimo Bessent.
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Source: elpais.com