La deuda se atribuye a Josep Maria Bartomeu de la misma manera que en 2023 se enchufó a Joan Gaspart. El remonte fue posible en el primer mandato de Laporta por el círculo virtuoso activado con Ronaldinho. El remedio en el regreso del presidente en 2021 son las palancas que han permitido fichar desde Lewandowski a Olmo y vestir a Lamine Yamal con el 10. El recurso se repite cada verano: se trata de poner a salvo la salud del equipo a cambio de hipotecar la vida del club con la esperanza de que con el éxito se generará tanto dinero que el Barça no quedará en manos de los acreedores ni se convertiría en una SAD. El problema es que el uso repetido de las palancas provoca rechazo en los demás clubes y genera discusiones en el propio Barça.
La última se llama Ter Stegen. El Barça no puede inscribir a Joan García ni a Marcus Rashford, sus dos fichajes de la temporada, ni tampoco a Szczesny, sustituto desde enero de Ter Stegen. Necesita liberar masa salarial para cumplir el fair-play de LaLiga. Los 20 millones generados por las salidas de Ansu Fati (Mónaco), Pau Víctor (Sporting Braga) y Pablo Torre (Mallorca) conceden poco margen para un club acostumbrado a la incertidumbre y a forzar tanto las cuentas que ya fue sancionado con 15 millones por la UEFA.
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Ahora toca esperar la ayuda que pueda llegar por la vía Ter Stegen. El club enviará un informe al tribunal médico de LaLiga para certificar que el portero estará cuatro meses de baja y poder utilizar el 80% de su sueldo a fin de inscribir a García como ya pasó el año pasado con el alta de Olmo a cambio de la lesión de Christensen. No será fácil convencer a Ter Stegen. Tampoco resultará sencillo que los auditores contabilicen los 100 millones que el club tiene comprometidos por los asientos Vip del Camp Nou porque todavía se desconoce cuándo se podrá jugar en el nuevo estadio del Barça. Ya no se descarta volver a Montjuïc.
Los mismos que criticaron que el dinero llegara de Qatar agradecen hoy que proceda de República Democrática del Congo. El Barça funciona como una empresa familiar a gusto de Laporta. El laportismo se impone como una religión en el Barcelona. No es fácil fiscalizar una gestión que escapa a cualquier control y ahuyenta a los ejecutivos más profesionales al tiempo que firma patrocinios únicos como los de Nike y Spotify.
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Source: elpais.com