En un momento en el que el Estado del Bienestar se enfrenta a desafíos estructurales históricos, el Sistema Nacional de Salud (SNS) sigue siendo uno de los pilares fundamentales y mejor valorados por la ciudadanía. Sin embargo, los reconocimientos no bastan para sostener una estructura que, aunque resistente, muestra claros signos de fatiga. El envejecimiento poblacional, la cronicidad, la escasez de profesionales, la desigualdad territorial, la fragmentación organizativa o la lenta adopción de tecnologías digitales y terapias innovadoras hacen preciso repensar la arquitectura institucional del SNS para preservar su legitimidad y capacidad transformadora.
Frente a este escenario, una iniciativa audaz, quizás disruptiva: la creación de una Corporación Pública de Servicios Sanitarios. Una entidad pública de nueva generación que ofrezca servicios estratégicos compartidos y de cooperación entre las comunidades autónomas para reforzar la cohesión, la equidad y la capacidad transformadora del SNS. No se trata de recentralizar competencias, sino de construir una gobernanza cooperativa y profesional, ágil y con la potencia suficiente para dar respuesta a los retos sistémicos desde la inteligencia institucional. Una nueva identidad global.
Esta propuesta se inspira en principios de subsidiariedad, federalismo cooperativo y aprendizaje institucional compartido. La literatura internacional reciente, como los trabajos publicados en The Lancet, señalan que los sistemas de salud resilientes requieren estructuras transversales capaces de coordinar, integrar y acelerar procesos de cambio sin recurrir a jerarquías centralistas que algunos promueven.
Su misión: prestar servicios comunes, impulsar la transformación digital y organizativa del SNS y convertirse en un referente técnico y estratégico en ámbitos clave para el futuro de la sanidad. Proporcionaría una clara vocación de innovación organizativa, impulso de la I+D+I y de transferencia tecnológica para contribuir a la economía del conocimiento y a la soberanía tecnológica que promueve Europa.
Como toda propuesta transformadora, esta idea deberá gestionar resistencias legítimas: temores a la recentralización, dudas sobre su utilidad o reticencias profesionales. Por eso, su diseño se debe basar en una lógica de voluntariedad, no invasividad y orientación a resultados. La clave estará en su credibilidad técnica, su capacidad para aportar valor añadido y su legitimidad democrática.
Habrá quien tema una recentralización encubierta o quien vea una amenaza a la autonomía de gestión. Pero también es real el riesgo de mantener el statu quo y seguir improvisando reformas sin instrumentos eficaces. El verdadero desafío es diseñar una institución que no sea un nuevo ente burocrático, sino un motor de profesionalización, innovación y resultados medibles.
Si se construye con claridad jurídica, agilidad operativa y legitimidad compartida, la Corporación Pública de Servicios Sanitarios puede convertirse en una pieza clave para reforzar la resiliencia del SNS, evitando duplicidades, fortaleciendo capacidades técnicas y permitiendo una mejor interlocución con Europa y el resto del mundo.
La sanidad es una política de Estado. La propuesta de una Corporación Pública no es de izquierda ni de derechas: es una herramienta moderna, cooperativa y realista para sostener lo que más valoramos como sociedad. No se trata de uniformizar, sino de cooperar con inteligencia y voluntad transformadora.
Quizá ha llegado el momento de imaginar una nueva institucionalidad sanitaria para una nueva etapa del SNS. Una que respete lo construido, pero que también se atreva a innovar en el terreno más difícil: el de las estructuras públicas para un nuevo tiempo donde se garantizan derechos.
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Source: elpais.com