Una decisión deportiva más que razonable se ha convertido en un contencioso institucional muy feo por la soberbia de un portero que hasta ayer había sido también capitán y por la mala praxis de una directiva acostumbrada a vivir permanentemente en conflicto y acostumbrada a las situaciones límite como es la del Barcelona. El equipo necesitaba un portero por los goles encajados la pasada temporada (72) y por las lesiones de Ter Stegen (cinco en los últimos cinco años) que en enero ya obligaron precisamente a contratar a un jubilado como Szczesny. El fichaje de Joan García se presentó como una solución estupenda a nivel deportivo y económico (la cláusula de rescisión era de 25 millones) porque había sido el mejor arquero de la Liga con el Espanyol.
El proceso habría sido impecable si el club hubiera inscrito a Joan García sin utilizar a Ter Stegen, de manera que el alemán ya avisaría cuando se sintiera repuesto de su última operación, igual que fue capaz de anunciar su tiempo de recuperación antes de pasar por el quirófano sin contar con los servicios médicos, y entonces sería el entrenador el que decidiría sobre su alineación o convocatoria como miembro de la plantilla del Barça. El problema es que el club no cumple con las normas del fair play financiero y Ter Stegen ya sabe desde hace días que Flick apuesta como titular por Joan García de la misma manera que en abril dio continuidad a Szczesny cuando el capitán informó de que estaba curado de su penúltima dolencia y quería ser titular ante el Inter.
A sus 33 años, Ter Stegen no solo no se rinde, sino que ha encontrado en el despecho de los rectores azulgrana el ánimo necesario para alimentar una causa que inició con unas sorprendentes molestias lumbares el día que el equipo empezó la pretemporada —su baja no estaba prevista cuando se fichó a Joan García—, prosiguió en un quirófano de Burdeos y continúa en Barcelona después de no dar su consentimiento al parte que el club necesita remitir al tribunal médico de LaLiga. La firma del portero es imprescindible para que se pueda evaluar el tiempo de baja y utilizar parte de su salario para dar de alta a Joan García. Ter Stegen, sin embargo, no quiere ser la palanca del exportero del Espanyol y pretende cumplir un contrato que expira en 2028.
Muchos barcelonistas están de uñas con Ter Stegen, se han acostumbrado ya a la manera de mandar de Laporta y saben que la figura más creíble y de consenso es Flick. El riesgo es que acaben por desquiciar a un entrenador cuyo método no tiene nada que ver con el de la junta ni con el de un portero que nunca admitió competencia y hoy se representa más a sí mismo que a sus compañeros, último símbolo de la Champions ganada hace diez años en Berlín. El currículum del meta invitaba en cualquier caso a buscar una salida pactada y no a iniciar una campaña de desprestigio como la denunciada por el propio Ter Stegen.
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Source: elpais.com