En vez de castigos, Putin ha recibido una invitación a Alaska con la perspectiva de contar a Trump en una reunión a solas, sin testigos, sus posiciones sobre la guerra. Sin que el Kremlin haya dado nada a cambio, su interlocutor estadounidense habla de que Ucrania tendrá que “intercambiar” territorio. A la espera de conocer los resultados de la conversación entre los dos líderes, por lo pronto, el jefe del Kremlin ya ha obtenido una victoria simbólica al pisar suelo estadounidense por primera vez en 18 años —sin contar sus visitas a la sede de la ONU en Nueva York—, rompiendo así un aislamiento internacional sin verse forzado a hacer ninguna concesión previa.
“Pese a sus críticas recientes contra Putin, Trump parece seguirse aferrando a la idea de que puede hablar con el ruso como un socio más que un adversario”, apunta Oleh Shamshur, antiguo embajador de Ucrania en Washington y actualmente en el centro de análisis Atlantic Council.
El presidente estadounidense aseguraba, en vísperas del encuentro, su convencimiento de que, tras ella, podría haber una segunda cumbre, entre Putin y Zelenski, en la que se negocien las condiciones para la paz.
La ocupación rusa de la península ucrania de Crimea en 2014 marcó un punto de inflexión en la relación, casi siempre espinosa, entre el Moscú de Putin y Washington. Aquella primera agresión contra la soberanía de Kiev empezó a convertir al ruso en un paria internacional, en un proceso que se aceleró con la invasión a gran escala a partir de febrero de 2022.
Esta misma semana, el propio presidente estadounidense lo confirmaba. Aquellas investigaciones “impusieron tensiones en la relación. Crearon un peligro para nuestro país, porque no pude tratar con Rusia del modo en que hubiera debido”, apuntó en declaraciones a la prensa.
En una cumbre posterior, en Helsinki en 2018, el estadounidense declaró que el ruso le había asegurado que, pese a lo que sostenían las agencias de inteligencia en Washington, el Kremlin no había intentado injerir en las elecciones. “Creo que cuando me dice eso lo dice de verdad”, sostuvo.
El propio Trump, pese a declarar su entusiasmo sobre su reunión con Putin, se mostraba cauto en vísperas del encuentro. Tras insistir durante días en que la cumbre de Anchorage solo será una cita preliminar, en la que no habrá acuerdos y solo intercambios de puntos de vista, horas antes de emprender viaje calculaba en un “25%” la posibilidad de que el encuentro sea un fracaso y regrese a Washington con las manos vacías.
También ha reconocido que su capacidad de persuasión sobre Putin no es, precisamente, ilimitada. Preguntado por un periodista el miércoles si podría convencer al ruso de que deje de atacar objetivos civiles, se mostró pesimista. “Ya he tenido esa conversación con él”, contestó. “He tenido muchas conversaciones muy positivas con él. Y luego veo un cohete lanzado contra una residencia de ancianos, o contra un edificio de viviendas, y gente muerta en la calle”, concluyó.
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Source: elpais.com