La hipervitaminosis es una de las consecuencias no deseadas de la ingesta de bebidas energéticas. Quizás menos conocida que otras, como arritmias, hipertensión, insomnio, nerviosismo o riesgo de diabetes, como consecuencia de sus altísimas concentraciones de cafeína (una lata puede llevar tanta como dos cafés concentrados) y azúcar (que puede suponer el 10% de las calorías diarias en un solo envase).
Las vitaminas del grupo B también están presentes en cantidades que pueden superar fácilmente las recomendadas, o incluso perjudicar la salud, como le sucedió a la paciente de Ruiz, que presentó este caso en el último congreso de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) advierte de que, en las bebidas energéticas, muchas vitaminas alcanzan más del 200% de la ingesta diaria recomendada. Para ello solo es preciso beber 100 mililitros en caso de la vitamina B2, y de 205 en el de la B6 (la que afectó a la paciente de Ruiz) y la B12. Para el resto de vitaminas se necesitarían ingestas superiores: 500 mililitros en el caso de la vitamina B3 y 1.000 en el caso de la B5. Muy frecuentemente estas bebidas se venden en latas de medio litro, por lo que es muy fácil superar estos valores.
La presencia de vitaminas en las bebidas les permiten incorporar alegaciones saludables, ya que son propiedades reconocidas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés). Ciertas cantidades de B6, por ejemplo, permiten a los productos que las incorporen publicitar que contribuyen al funcionamiento normal del sistema nervioso, de la función psicológica, a disminuir el cansancio y la fatiga y a regular la actividad hormonal, entre otras muchas.
El problema es cuando las cantidades son tan altas que es fácil superar los niveles peligrosos. La AESAN califica de “riesgo moderado o alto” la hipervitaminosis por las vitaminas B3 y B6, la que afectó a la paciente de Ruiz. Para la B2, B5 y B12, el riesgo es bajo.
, los riesgos se relacionan principalmente con el consumo de altas dosis de cafeína. “Aunque algunos tipos de café contienen cantidades similares de cafeína por volumen que algunas bebidas energéticas, la forma de consumirlo condiciona el efecto. El café generalmente se toma caliente, más despacio y no va asociado a un consumo en forma de atracón. Además, las bebidas energéticas se consumen muchas veces mezcladas con alcohol y producen lo que se conoce como borracho muy despierto: el efecto de la cafeína reduce la percepción de los síntomas de intoxicación etílica y permite seguir bebiendo”, expone.
Ante la preocupación por los efectos de las bebidas energéticas en la salud de los más jóvenes, varias comunidades están planeando medidas. Asturias tiene previsto prohibirlas a los menores de 16 años, y la Xunta de Galicia se aprobó el pasado 28 de julio el Proyecto de ley de protección de la salud de las personas menores y prevención de las conductas adictivas, una norma que equiparará las bebidas energéticas al alcohol.
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Source: elpais.com