El pasado lunes, en el momento en que murió a los 46 años Raphaël Graven, alias Jean Pormanove, había unas 10.000 personas mirando la retransmisión. La fiscalía de Niza ha abierto una investigación para determinar la responsabilidad de cada uno de los participantes en el directo, que duraba ya días, y las causas de la muerte de Pormanove, aunque la autopsia descartó este jueves que se debiera a los golpes recibidos.
A finales de enero, una streamer china de 24 años también murió en directo durante la retransmisión de un reto conocido como mukbang: aceptaba desafíos de comer durante más de 10 horas seguidas y consumía cantidades exorbitantes de comida. Alcanzó los 300 kilos. En España no ha habido muertes, pero sí personas dejándose humillar y autodestruir en directo. El caso más conocido es el de Simón Pérez, el hombre que se hizo involuntariamente famoso hace años por un vídeo en el que recomienda hipotecas a tipo fijo con una compañera y ambos parecen estar drogados.
Pérez se ha hecho ahora un hueco en los directos que duran horas y en los que a veces se queda dormido. Hay personas que pagan para ver ese contenido en el que le animan, le insultan y le ofrecen dinero por humillarse. Ha llegado a volcarse un cubo de vómito encima de la cabeza y se le ha visto beber su propia orina. Se ha untado el cuerpo con una lasaña fría, y ha mordido esa misma lasaña cuando ya tenía moho. Todo a cambio de pequeñas cantidades de dinero.
Si alguien cree que está ante contenidos ilícitos en internet, puede denunciarlos en la plataforma donde se emiten o acudir a la policía en caso de que se trate de delitos. La legislación que aplica es la Ley europeo de Servicios Digitales (DSA), por la que las plataformas están obligadas a notificar a las autoridades si sospechan de ciertos delitos graves, indican fuentes del ministerio para la Transformación Digital, que precisan que solo se interviene si el contenido supone incitación al suicidio, afecta a menores o implica conductas delictivas relacionadas con terceros, como acoso, explotación o difusión de material ilegal. En el caso de que alguien se autolesione o se humille en directo, la legislación española no prevé ninguna norma que lo prohíba expresamente, ya que la autolesión no es un delito, detallan esas mismas fuentes.
Preguntado si hay sadismo en las personas que consumen ese tipo de contendido y que se enganchan a escenas violentas o de humillaciones, el psiquiatra contesta esto: “Hay cierto sadismo. Las redes, de todas formas, provocan una distancia emocional que hace que no te sientas tan culpable como si lo vieras in situ. El anonimato, además, favorece que se consuman este tipo de contenidos. Y hay un tercer elemento, que lo he tratado con pacientes adictos a contenidos violentos, que es la descarga de la agresividad. A veces, aunque solo sea viéndolo, te saca la tensión”.
¿Se podría actuar y de qué forma en España en casos en los que el streamer acepta de la audiencia retos peligrosos para su salud o su vida? Desde el ministerio de Transformación Digital y de la Función Pública explican que muchas personas que se exponen a la humillación o conductas dañinas por dinero pueden considerarse vulnerables debido a adicciones, trastornos de alimentación o necesidad económica; “pero solo se puede intervenir si hay explotación, coacción o delito”. Añaden que, desde un punto de vista social y sanitario, podría estar justificada su protección, pero jurídicamente su vulnerabilidad no convierte automáticamente la conducta en ilícita.
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Source: elpais.com