Irrumpe Rodrygo en el Real Madrid y Mbappé sentencia al Oviedo

Al final de la velada, no obstante, pesó tanto el triunfo del Madrid como las decisiones de . No parece que el técnico vasco haya llegado al Madrid para no tocar nada. En la segunda jornada y cinco días después de la escasa victoria ante Osasuna de penalti, golpe en el once titular con medidas de fuerza. Banquillo para el apagado Vinicius, algo inimaginable en la etapa de Carlo Ancelotti en un partido como el de Oviedo, y pista por la izquierda para Rodrygo, la patria que el brasileño había dado por perdida. Y a escena por la derecha, Mastantuono apenas 10 días después de unirse al grupo. Esas fueron las dos grandes variaciones de una alineación que el entrenador sacudió de verdad. En defensa, Carvajal relevó al cohibido Trent Alexander-Arnold y Rüdiger salió por Militão, al que conviene proteger tras dos roturas de cruzado. Advirtió Xabi en la última semana que no había nadie fijo para él y el viaje al norte sonó a aviso a navegantes, sobre todo para Vini, que al final pudo engancharse al partido con una asistencia y un tanto en los últimos minutos.

El Asturias, patria querida inflamó a primera hora de la noche el Tartiere, de vuelta 24 años después a Primera, y a los cinco segundos el atacante local Ilyas se quedó a un dedo de plantarse mano a mano ante Courtois, muy atento para sofocar la rebelión. Fue una acción en tres toques que casi deja pasmado al Madrid. Pero la realidad del encuentro que le esperaba a los blancos fue, de entrada, la misma que contra Osasuna. Otro bloque bajo, otro rival forrado con cinco zagueros, otro ejército preparado para la resistencia. El Oviedo, que en la primera jornada en Vila-Real jugó una hora con 10 jugadores y nada más empezar falló un penalti (Salomón Rondón), fue llamado por su entrenador, Veljko Paunovic, a combatir con coraje, orden y cautela.

En ese paisaje, las novedades en el ataque visitante eran Rodrygo y Mastantuono, dos pies finos para tratar de abrir vías en la selva, y ambos fueron los jugadores que más empeño le pusieron durante el acoso inicial. El brasileño recibía, zigzagueaba por la izquierda y se convirtió en el gran foco de amenaza blanca. Muy activo en su regreso y con opciones de encarar cuando el juego se volcaba sobre su banda. En una de esas, Güler se quedó a un palmo de embocar. Por la derecha y el centro percutía el argentino, que le ha entrado por el ojo a Alonso. El ex de River mostró capacidad de asociación para ir por dentro y por fuera, y también pulmones y ganas para correr hacia atrás.

Era un Madrid con más velocidad y movilidad. Más convincente. Seguía presionando arriba, se desplegaba con orden y nadie daba señales de escaqueo en defensa. Eso sí, el minutero iba corriendo sin abundantes ocasiones. Como ante los navarros, el número de disparos lejanos aumentaban sin gran resultando. Hasta que Tchouameni, muy enérgico para limpiar por el suelo, entró fuerte abajo, se la sacó al recién llegado Leander Dendoncker sin que el árbitro apreciara falta, y el pase filtrado le cayó a Kylian Mbappé. Controló de maravilla, enfocó por primera vez a Aarón Escandell y 0-1.

La desventaja obligó a Paunovic a prescindir de un defensa, con la salida de Luengo y la entrada de Haissem Hassan, y subir líneas. Ya no tenía nada que guardar. El Madrid volvió a recurrir al fútbol control, pero derivó hacia un conjunto más desenfocado, con las tuercas más flojas. Menos velocidad en la circulación, menos presión alta, equipo más largo, y sin Rodrygo ni Mastantuono como amenazas.

Todo se agitó en el tramo final, que bien pudo derivar hacia otros derroteros si Sibo llega a acertar desde la frontal en una desatención defensiva blanca. La suya acabó en el palo, con Courtois haciendo la estatua, y la de Mbappé, dentro. Ese 0-2 nació de un robo de Vinicius, que reclamó su cuota de protagonismo la noche que empezó en el banquillo. El 0-3 se lo apuntó también el brasileño, ya con Cazorla, la leyenda local, en el césped.

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