Silencio. Miradas caídas. Los tiempos muertos de España en la derrota contra Georgia que abrió el Eurobasket (83-69) dijeron más por lo callado que por lo hablado. En lugar de la habitual arenga de los pesos pesados cuando el marcador está en contra, esta vez apenas el seleccionador, Sergio Scariolo, rompía el mutismo con sus indicaciones en la pizarra y sus mensajes para levantar el ánimo. El encuentro se escurría por el desagüe para la vigente campeona europea sin un acto de rebeldía. Tampoco era la primera vez que el juego no acompañaba, pero la selección siempre encontraba al menos la fortaleza mental para competir. No en esta ocasión. Incluso el seleccionador tuvo que meterse en el campo durante una de esas pausas para reclamar a sus jugadores que acudieran al corrillo cuando muchos de ellos habían cruzado la pista para ayudar a López-Arostegui tras una caída. La escena reflejó que la cabeza estaba en otra parte en un momento crítico.
El silencio de España retrata la otra parte del proceso de renovación del equipo. La selección se entrega a nuevos jugadores mientras busca nuevos líderes. Y ese factor emocional es más complejo de construir que el relacionado con el juego porque no se puede forzar. La retirada de Rudy y el adiós de Llull al combinado han dejado un vacío profundo en la primera convocatoria para un gran torneo sin al menos un referente de la generación dorada. La capitanía ha recaído en Willy Hernangómez, el único que supera el centenar de internacionalidades (111) y el único, con 31 años, junto a Brizuela (30) en la treintena en un grupo con 26 años de media, tres menos que en los Juegos de París, y en el que asoman cinco debutantes en un torneo de élite: De Larrea, Saint-Supéry, Puerto, Yusta y Sima.
El técnico, que vive su despedida antes de tomar las riendas del Madrid, se mostró sorprendido por las formas de la derrota ante Georgia y pidió “salir a dar primero y no esperar al rival”. “Que cada uno sea el líder de sí mismo y lidere con el ejemplo. No creo que la búsqueda del líder sea un ejercicio inteligente porque no lleva a ningún sitio. Un jugador no se puede convertir en otro. Cada uno tiene una personalidad, una experiencia y un futuro. Eso no se acelera porque alguien te lo pida o por sustituir a otro a quien no te pareces ni de cerca. Dar lo mejor de uno mismo ya sería un liderazgo eficaz”, afirmó.
Dos registros contra Georgia simbolizaron esa pasividad de cuerpo y de espíritu. Primero, los 17 rebotes menos atrapados, y 16 capturas ofensivas concedidas, acciones del juego que tienen que ver tanto con las piernas y los brazos como con el deseo. Y segundo, los 14 puntos finales de desventaja, una brecha que puede ser decisiva en el caso de empate a victorias en la primera fase para clasificarse (así se quedó fuera en los Juegos de París) o para cruzarse con un rival más o menos duro. Ese dejarse llevar también dijo mucho por la importancia que puede tener.
Sin Rudy, sin Llull, con liderazgos más tenues, España necesita romper el silencio.
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Source: elpais.com