España, un referente para el asilo LGTBIQ+ con problemas: “Hoy tenemos garantías, pero puede cambiar en cualquier momento”

Matteo Iberico (Perú, 30 años) se sobresalta al recordar lo que le dijo la abogada que lo asiste en su proceso de solicitud de asilo en España: “Matteo, es que en tu país no matan a la gente trans”. Se molesta al relatar las veces que en citas médicas el personal se ha referido a él en femenino o usando su dead name (su nombre antes de la transición); cuando le gritan “maricón” en la calle. “La violencia por ser trans y por ser migrante es muy notoria”, asegura por teléfono desde Sevilla, donde vive. A veces siente que está “viviendo lo que vivía en Perú”, de donde tuvo que salir tras ser amenazado por su identidad de género y su orientación sexual. Una de cada diez personas a las que se concede refugio en territorio español huye de la represión por ser una persona LGTBIQ+, según datos del Ministerio del Interior.

Como Iberico, miles de personas LGTBIQ+ ven en España “un referente de libertad”. El país de la UE cuenta con amplia legislación para proteger los derechos LGTBIQ+, desde el matrimonio igualitario, aprobado hace dos décadas, hasta la ley para la igualdad real y efectiva de las personas LGTBIQ+, en pleno desarrollo. Según el Rainbow Map, elaborado por la Asociación Internacional LGTBI+ (ILGA), España es el quinto mejor país de Europa para ser parte del colectivo. Cumple casi un 78% de los requisitos estudiados, muy por encima de la media europea (51,13%).

Iberico se dio cuenta de que le gustaban las mujeres cuando tenía cinco años. Le gustaba vestirse de niño y pidió a su madre que le comprara el uniforme que usaban ellos. Se enamoraba de sus compañeras y de sus profesoras. Su familia reaccionó con catequesis, bautizo y primera comunión. En plena adolescencia, cuando tenía 14, recibió bofetadas de su padre y sus tíos cuando dijo que le gustaban las mujeres. Lo echaron de casa. Fue la primera vez que pensó en suicidarse.

Mariana Motienka (Rusia, 37 años), llegó a España desde Ekaterimburgo en agosto de 2023 con su mujer, Elena, y su hijo, Lev, huyendo de la persecución que sufrían en su país como lesbianas. “Vivimos muchos años con miedo y llegar a España fue como respirar aire fresco”, asegura por teléfono desde Alicante, donde vive con su familia

En cualquier caso, Mariana insiste en que llegar a España ha cambiado su vida “profundamente” por ser un país donde se siente protegida: “Hay leyes que funcionan, organizaciones a las que se puede acudir”. Y agrega: “La posibilidad de ir por la calle de la mano de Elena sin sentir miedo, la posibilidad de hablar abiertamente de quién soy sin esconderme… eso no tiene precio”.

Ahora Iberico aguarda la evaluación de su solicitud de asilo (presentada con su dead name y un sexo que no es el suyo). Teme que al no haber sido activista en Perú, “no haya tanta posibilidad de aceptación”. Güell explica que el sistema tiende a favorecer a perfiles “activistas, que han tenido una actividad politizada y visible”.

Al estar basado en la Convención sobre el Estatuto de Refugiados de 1951, donde el perfil de refugiado es “un hombre blanco, cisgénero, heterosexual, refugiado político”, operan códigos culturales “demasiado occidentales” que sesgan el procedimiento y desconocen la realidad de una persona LGTBIQ+ migrante. “Se espera que los testimonios sean explícitos, lineales y sin contradicciones. No se puede entender que haya estrategias de ocultamiento para evitar la discriminación”, advierte. A continuación matiza que ha habido avances formativos del personal laboral en las delegaciones de asilo y actualizaciones de los protocolos para incorporar la diversidad.

Según el Informe sobre personas refugiadas en España y Europa del CEAR del año pasado, de 3.082 solicitudes de asilo formalizadas de Cuba en 2024, solo 30 recibieron el estatuto de refugiado y 1.127 fueron rechazadas o archivadas, mientras que el resto no se han resuelto.

Trabaja atendiendo un camping y está armando un colectivo latinoamericano para incidir más directamente en el activismo LGTBIQ+ migratorio e interseccional. Le alarma el clima político actual por situaciones como la de Torre Pacheco. “Me preocupa perder derechos por los que hemos luchado durante años”, dice. “También los derechos de los migrantes. La xenofobia crece. Puede que pronto se endurezcan las condiciones para solicitar protección internacional. Hoy tenemos garantías, pero eso puede cambiar en cualquier momento”.

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