El fichaje de por 150 millones de euros batió este lunes el récord de traspasos de la Premier, pero, sobre todo, transformó por completo la filosofía de gestión que caracterizó al Liverpool en la última década. En las últimas horas, los directores deportivos de Inglaterra y sus asesores no han dejado de debatir sobre los orígenes de una burbuja que no dejó de inflarse. Sopló especialmente fuerte la institución de contabilidad más puritana del campeonato.
“Si compras un jugador por 100 millones y se lesiona, todo se va por la chimenea”. Pronunciadas en 2016, las palabras de Jürgen Klopp permanecieron grabadas en la memoria de los hinchas y los administradores del Liverpool. Las rigurosas normas contables del Fenway Sport Group, la compañía estadounidense que adquirió el club en 2010 con el propósito de repartir dividendos, inspiró a los directores deportivos a contratar atacantes que no superaran jamás el molde de los 40 millones de euros por cabeza. Entre Mané, Firmino, Salah, Díaz y Jota, ganaron una Champions y dos Premiers sin romper el límite de traspasos. Solo hubo una excepción: el fichaje de Darwin Núñez en 2022, por 75 millones de euros más 25 en variables. Acabó costando 100 millones, además de desencadenar la crisis que se llevó por delante a Klopp. El técnico alemán, que pidió la incorporación del uruguayo personalmente, admitió su error antes de entrar en una espiral de pesimismo. Terminó por dimitir en 2024.
“Isak es tosco con los pies”, pondera un analista que trabajó durante años para el Liverpool. No es Haaland. No es Mbappé, ni mucho menos Harry Kane. Tampoco es tan versátil como Julián Alvarez, el delantero del Atlético, ni tan desequilibrante con el balón en los pies como Luis Díaz, que el año pasado abandonó el extremo del Liverpool para oficiar de falso nueve.
A sus 25 años, Isak, nacido en Solna, un suburbio de Estocolmo, está lejos de ser el mejor delantero del mundo. El azar le colocó en el escenario de un mercado desierto de goleadores en venta. Solo e iluminado por un antecedente casual: el pasado 16 de marzo, en la final de la Copa de la Liga de Inglaterra, amagó que se desmarcaba hacia el área chica, engañó al omnipotente Virgil van Dijk, y dio dos pasos atrás a toda velocidad para quedarse solo y meter el gol que valió el título al Newcastle a costa del Liverpool.
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Source: elpais.com