Álvaro Benito debutó en el Real Madrid en la misma época que dos jugadores de culto: Raúl y Guti. Era un extremo rápido, hábil y con buena pegada; todos, atributos que podían convertirlo no ya en un gran jugador, sino en un gran jugador del Real Madrid, que es otra historia. Tenía pasión por el fútbol, amaba al club y contra lo que solía pasar con los extremos, era responsable y disciplinado. Ser jugador del Madrid parecía ser parte de un plan trazado con su padre, un hombre estricto. Pero a veces, en la vida, el cálculo más estudiado y minucioso pierde la batalla contra el azar. Más aún si hablamos del mundo del fútbol.
La música siempre estuvo presente en su vida y en ella se entretuvo con amigos, como si se tratara de otro juego. Seguramente, al principio, le sirvió para olvidar. Pero un escenario debe ser tan adictivo como el fútbol porque, con intervalos, no se baja de ahí arriba desde hace veinte años. Con Pignoise, su grupo de siempre, está en su mejor momento llenando espacios como el Movistar Arena con una multitud que corea sus canciones. No es un gol, pero creo que hay pocas cosas que se parezcan tanto.
Cuando alguien vale para muchas cosas, una suele interferir sobre las otras. Y hay que decir que el fútbol nunca lo abandonó. Desde el banquillo, como entrenador de la cantera del Real Madrid, y también desde el micrófono, como brillante comentarista. Pero esas dos facetas colisionaron cuando algún comentario no gustó en el club y nos quedó pendiente saber hasta dónde hubiera llegado como técnico.
Las historias como la suya son lecciones de vida. Porque, cuando media la inteligencia, hasta las “Cicatrices” sirven.
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Source: elpais.com