Bandera blanca de Djokovic, final para Alcaraz

Se inclina Novak Djokovic, 38 años, y la grada de Nueva York coincide en el análisis, tan inevitable como evidente. Atrás queda lo vivido, que nos quiten lo : la época de oro ha llegado a su fin. Un poco de Carlos Alcaraz es suficiente para abatir (6-4, 7-6(4) y 6-2, en 2h 24m) , quien asiente, reconoce, felicita y aplaude con elegancia al rival y, durante los 32 minutos que ha durado el tercer set, sin miga, ya entregado, cavila sobre la marcha, dándole más y más vueltas: el viaje aún no ha terminado, así lo dice, pero los hechos son reveladores. “Son demasiado buenos”. La compasión del español en la red supone un mensaje y culmina un duelo grisáceo esta vez. Era una semifinal, olía más a homenaje.

¿Tal vez una despedida? Él, orgullo herido, ahora encajador frente a los más fuertes, nunca quiso ser un segundón, de modo que cabe preguntarse hasta cuánto aguantará esa mente acorazada, si este último fascículo puede tal vez abrir alguna grieta en ese ánimo resiliente. Ya se verá. Hay un romanticismo admirable en esa obstinación por seguir, pero los hechos hablan. Sentencian: en el tercer acto del partido, el balcánico ha levantado la bandera blanca. Eso significa que Alcaraz aterriza por segunda vez en la final —el domingo ante Jannik Sinner, 6-1, 3-6, 6-3 y 6-4 a Félix Auger-Aliassime, en 3h 21m—, la séptima en un grande, la octava en los ocho últimos torneos. Ni un set se ha dejado el de El Palmar, solo dos veces ha cedido el saque estas dos semanas.

Acepta las nuevas reglas, esta realidad en la que atrás queda el ganador incontenible y asoma al otro lado de la red un tenista . El serbio es plenamente consciente de que probablemente termine chocando contra el molino, pero aun así prefiere intentarlo. Por si las moscas, no vaya a ser que algún día se alineen los astros. Esto es tenis. Y ahí que sigue remando contra el mundo, con sus achaques y su limitación actual, pero todavía resistiendo desde ese paraíso que ha sido siempre para él la trinchera, lugar feliz. La sincronía entre cuerpo y mente . La clase. Jamás hará ascos a eso de sobrevivir, tarea que ahora le ocupa día tras día.

Ahora bien, se multiplican los fallos y el duelo es pastoso, como el día. Muy plomizo el juego, salpicado de las lógicas pinceladas. Calor y humedad, mucha celebridad y mucho refrigerio; circulan los (vodka, licor de frambuesa y limón) y Djokovic entra con mal pie, cediendo de entrada el servicio y padeciendo en todos y cada uno de los intercambios. Parece que no llega a apretar del todo Alcaraz, al que le basta con no destensarse del todo para ir sacando adelante lo suyo; sin embargo, la atmósfera es extraña, hay mar de fondo y la corriente termina atrapando al murciano, quien una vez asegurado el primer set continúa cometiendo errores inexistentes en los días previos.

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