Bayrou, ante la votación que liquidará su mandato: “El destino de los franceses está amenazado”

Nunca antes el primer ministro de un Gobierno en minoría se había arriesgado a pronunciar una declaración de política general —sobre los presupuestos y la deuda pública, en este caso— ante diputados cuya mayoría le es notoriamente hostil, con el fin de solicitar su confianza para sacar adelante un presupuesto que incluía un plan de recortes de 44.000 millones de euros. Bayrou respondió a eso nada más empezar su discurso. “El riesgo no era esta moción, sino hacer como si nada, como se ha hecho siempre. No es una cuestión política, es una cuestión histórica. De esas que conciernen a los pueblos y a las naciones”.

El discurso desmontó de arriba a abajo el actual sistema francés a través de sus finanzas. Nada es sostenible, todo está abocado al colapso a causa de la enorme deuda (el 113% del PIB y un déficit de casi el 6%), dio a entender. “La sumisión a la deuda es como la sumisión por la fuerza militar. Dominados por las armas, o dominados por nuestros acreedores a causa de una deuda que nos abruma, en ambos casos perdemos nuestra libertad”, lanzó.

Bayrou sabía ya, cuando subió al estrado, que sería su última sesión parlamentaria como primer ministro. “He elegido dirigirme a ustedes como si el destino no estuviera escrito. Como si la respuesta de la Asamblea Nacional al compromiso de responsabilidad no hubiera sido anunciada a bombo y platillo, en todos los tonos y en todas las antenas, por la mayoría de los grupos de esta Asamblea”, lamentó. “Todos los partidos políticos que no forman parte del Gobierno han anunciado su decisión de derrocar a este Gobierno. Tienen el poder de hacerlo caer, pero no de borrar la realidad”, espetó al hemiciclo.

Francia se adentra de nuevo en una crisis política, solo nueve meses después de que Bayrou fuera nombrado primer ministro. El democristiano ha durado apenas ocho meses en el cargo; pero bastante más que su predecesor, Michel Barnier, que resistió solo tres meses. Será el cuarto jefe del Gobierno en perder su puesto durante la segunda legislatura del presidente de la República, Emmanuel Macron, que comenzó en 2022. Y el tercero en poco más de un año.

El jefe de Estado tendrá dos opciones: encontrar rápidamente una figura de consenso, un nuevo primer ministro capaz de recabar el apoyo de la derecha (Los Republicanos) y los socialistas; o convocar elecciones legislativas, solo un año después de las últimas. Según las encuestas, esos hipotéticos comicios llevarían al país a una nueva situación de bloqueo o a la victoria de la ultraderecha. Su líder, Marine Le Pen, reclamó “poner fin al suplicio de los franceses” y anunció que un nuevo gobierno “no superará el debate presupuestario”. Es decir, el Reagrupamiento Nacional exige elecciones legislativas –“no son un capricho”, defendió Le Pen- y no busca compañeros de viaje. “Derecha e izquierda. ¡Sois los culpables!”, bramó la líder del RN.

Uno de los elementos que marcará la disyuntiva entre elecciones o negociar un nuevo Ejecutivo será la solidez de la actual base parlamentaria del Gobierno. Se espera que la mayoría de socios —Renaissance, Modem, Los Republicanos— apoyen a Bayrou, pero Los Republicanos han dado libertad de voto a sus diputados. Si resultase, como quiere el ala dura del partido, que los conservadores dan la espalda a sus viejos socios, Macron tomaría más en consideración la opción de la disolución de la Asamblea Nacional al no tener posibilidad ya de conformar una nueva mayoría.

La hipótesis de un nuevo primer ministro socialista, que tomó fuerza la última semana, se ha deshinchado en las últimas horas. Especialmente tras las declaraciones del presidente de Los Republicanos (LR) y ministro del Interior, el ultraconservador Bruno Retailleau. En un acto de su partido el domingo aseguró: “Está fuera de la mesa que aceptemos un primer ministro socialista”.

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