Von der Leyen se prepara para su primer gran examen tras el fiasco con Trump

Había planes sobre la revolución verde y digital: se han diluido. Había promesas para una Europa por fin geopolítica: nada reseñable todavía. Había que ponerse las pilas con las políticas de defensa y seguridad: siguen siendo un montón de remiendos mal cosidos. Había que reforzar el mercado único con las casi 400 medidas del plan Draghi: la hoja de servicios es como aquel óleo famoso, Blanco sobre blanco. La jefa de la Comisión, la muy alemana Ursula von der Leyen, se somete esta semana a su gran examen de legislatura con el discurso sobre el estado de la Unión tras el fiasco de la negociación comercial con Trump, plasmada en aquella foto en Escocia con los pulgares en alto que parece La rendición de Breda.

Esa fotografía, rematada con una segunda imagen poco decorosa en el besamanos de la Casa Blanca, es una buena síntesis visual del estado de la Unión y de la cotización de Von der Leyen si se le suma su mutis sobre Gaza. Lo más probable es que su discurso, el miércoles, sea tan potente como los anteriores: uno de sus puntos fuertes es la escenografía, aunque luego no logre pasar de las musas al teatro. Sus defensores dirán que la culpa es de los Estados miembros, con Alemania y Francia en crisis, y tienen parte de razón. Pero el veredicto de las fuentes consultadas sobre ese estado de la unión, y sobre la Von der Leyen del segundo mandato, es bastante más oscuro que el color de la bandera europea.

“Hay una involución respecto al primer mandato en cambio climático y migración. Es la jefa más presidencialista de la historia de la Comisión. Ha presentado un puñado de proyectos con nombres pomposos de los que sabemos poco. Está cerca de saltarse los Tratados en política exterior sin conseguir resultados. Ha sido excesivamente atlantista y alemana con la política comercial e Israel. En Ucrania logró parar el golpe, pero tampoco se ve impulso hacia ninguna parte. No ha dudado en hacer guiños a la ultraderecha, dejando tocado el consenso centroderecha-centroizquierda-liberales. Y el esbozo del presupuesto es poco ambicioso para los tiempos que corren”. “Yo lo veo así”. Quien así lo ve es Josep Borrell, exjefe de la diplomacia europea y contrapeso de Von der Leyen –junto a Thierry Breton y Frans Timmermans, que también han expresado críticas— durante los últimos años.

Todas las fuentes consultadas subrayan su “acusado presidencialismo”. “Es un presidencialismo que domina con mano de hierro las agendas y opaca a los comisarios y a António Costa, más discreto por su personalidad. Paradójicamente, este presidencialismo exacerbado limita el liderazgo y la ambición colectiva del colegio de comisarios, tradicional motor europeísta” cuenta Cristina Gallach, exsecretaria de Estado de Exteriores. Ese presidencialismo tecnocrático, falto de carisma, que antepone ambiciones personales y se arroga competencias que no tiene, ha diluido también la voz de su vicepresidenta Teresa Ribera, que solo muy recientemente ha aparecido para hablar de “genocidio” en Gaza, en claro contraste con el silencio de la presidenta.

Von der Leyen estuvo cómoda con las dos grandes crisis de su primer mandato, la pandemia (por su formación científica) y Ucrania (por su pasado en Defensa). “Pero ha caído en la trampa de Trump y sobre todo en los tabús de Alemania con Israel: parece un cargo de medio pelo de la CDU en lugar de la voz de Europa en Gaza”, añade una fuente diplomática. “Se ha visto demasiado su tacticismo, con un cambio de prioridades en función de los apoyos, y hay un exceso de propuestas alicortas en lugar de mirar al horizonte”, abunda Pol Morillas, director del Cidob.

¿Es hábil tácticamente o es oportunista? Jan Techau, de Eurasia Group, destaca que con Francia en dificultades y con Alemania estancada desde 2019, “el viraje conservador” de Europa marca una agenda “mucho más a la derecha”. “Von der Leyen es trabajadora, es tenaz, puede llegar a ser cruel: eso es en parte capacidad de adaptación para sobrevivir en circunstancias muy difíciles y requiere gran habilidad, pero puede ser vista como oportunista en exceso”.

A pesar de la irrupción del huracán Trump, el atlantismo es parte de la cultura política de Europa. Y es difícil cambiar una cultura. “La influencia de la UE va a la baja. Von der Leyen está atada al mástil de esa cultura europea con su atlantismo, y en Gaza al mástil de la CDU: el apoyo inquebrantable a Israel forma parte del mito fundacional del conservadurismo alemán desde [Konrad] Adenauer”, sintetiza André Härtel, del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales. “Debería desviar protagonismo hacia Kaja Kallas, porque para cualquier político de la CDU de su edad [66 años] criticar a Israel es imposible”, añade.

“Meloni ganó las elecciones con una agenda antimigración clarísima. En el poder no ha conseguido rebajar las entradas irregulares, la ansiedad sigue ahí y a ella no le va mal en las encuestas. En Alemania, el Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz avanzó en la agenda verde, en la descarbonización de su economía, y los votantes le dieron la espalda. Esa asimetría es crítica para comprender el giro a la derecha de Europa, que es el de Von der Leyen”.

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