La presión de su Gobierno para suspender a Kimmel por un comentario sobre el activista se suma a las demandas para silenciar a la prensa crítica, el señalamiento de reporteros y el plan de perseguir a organizaciones de izquierda
Entre los principales orgullos del movimiento conservador estadounidense siempre estuvo la imagen de sí mismo frente al espíritu “censor” de la izquierda. Las cosas parecen haber cambiado con Donald Trump en el poder por segunda vez, un tiempo en el que han arreciado sus ataques a la prensa y la persecución ideológica y el silenciamiento de sus adversarios.
La víctima más famosa de ese cambio de guion en la derecha es el cómico Jimmy Kimmel, cuyo programa nocturno fue suspendido este miércoles por la noche “indefinidamente” por la cadena que lo emitía desde hace 20 años, ABC. Fue a raíz de un comentario de Kimmel sobre la reacción de algunos simpatizantes de Trump tras conocer la noticia de que el presunto asesino, un joven de 22 años llamado Tyler Robinson, proviene de un hogar mormón, republicano y amante de las armas.
Trump, de vuelta de su visita de Estado al Reino Unido, dijo este jueves a los reporteros que lo acompañaban en el avión presidencial que cree que la FCC debería revocar las licencias de las cadenas cuyos presentadores de programas nocturnos hablen negativamente de él. La noche anterior, celebró el fin de Kimmel en su red social, Truth, como “grandes noticias para Estados Unidos”.
No era la primera vez: en julio, cuando Stephen Colbert desveló que su empleadora, la CBS, no le renovaría el contrato al final de la nueva temporada, el presidente de Estados Unidos también lo festejó, y aventuró que Kimmel sería el siguiente. Este miércoles también dijo que otros dos presentadores de la franja nocturna, Seth Meyers, y Jimmy Fallon, deberían correr la misma suerte.
En un raro caso de coincidencia de pareceres con Obama, Tucker Carlson, líder de opinión MAGA, acusó a Trump de emplear el asesinato de Kirk para pisotear la Primera Enmienda y animó a la “desobediencia civil” si prospera el proyecto, avanzado por la fiscal general Pam Bondi, de crear un tipo legal inexistente en Estados Unidos para perseguir los “discursos de odio”.
Entre los ataques directos de Trump a la prensa, a la que considera “el enemigo del pueblo” y a cuyo desprestigio ha contribuido considerablemente, están sus demandas a un diario de Iowa por publicar un sondeo que no acertó con su victoria contundente en ese Estado, a The New York Times por publicar informaciones negativas sobre él y a The Wall Street Journal por desvelar la existencia de un dibujo procaz, que Trump dice que es falso, con el que el entonces magnate inmobiliario felicitó sus 50 años al millonario pederasta Jeffrey Esptein. También ha prohibido a la agencia AP de acceso al Despacho Oval por negarse a usar la denominación de Golfo de América, y ha alentado el estrangulamiento financiero de la radio y la televisión públicas (NPR y PBS) y el cierre de casi todos los servicios de información exterior que prestaba Voice of America.
Aunque los casos más sangrantes seguramente sean los de ABC y CBS, que comparten algo más que haber prescindido de sus estrellas del late night. Ambas cadenas han pagado 15 y 16 millones de dólares, para parar sendos juicios por difamación de Trump. Y ambas lo hicieron para no incomodar a la FCC, cuyo permiso precisaban para dos importantes operaciones comerciales en marcha.
La suspensión de Kimmel llega en la misma semana en la que Trump ha demandado a The New York Times por difamación y libelo por, según el presidente, “mentir” y perjudicarle “durante años” y ser “prácticamente un portavoz del Partido Demócrata de Izquierda Radical”. Trump pide 15.000 millones de dólares al diario y a cuatro de sus reporteros, dos corresponsales de la Casa Blanca y dos periodistas de investigación que publicaron un libro que pone en duda el relato como empresario exitoso y hecho a sí mismo de Trump. La editorial que publicó el ensayo también está incluida en la demanda.
El mismo día en el que se supo de esa acción legal, el presidente de Estados Unidos se enfrentó a dos periodistas. El primero es Jonathan Karl, de ABC News. Karl quiso saber qué pensaba Trump de los planes de Bondi. El presidente le dijo: “Tal vez deberíamos perseguirte a ti, que siempre estás diciendo cosas tan malas sobre mí”.
Vance pareció haber cambiado de opinión cuando este lunes presentó el pódcast de su amigo Kirk. Habló del “movimiento increíblemente destructivo de la extrema izquierda”, animó al al señalamiento de quienes celebren el asesinato y avanzó que se perseguiría a ciertas organizaciones por la vía de despojarlas de su estatus exento de impuestos. Vance habló de dos: Open Society, de George Soros, y la Fundación Ford, a las que acusó de de financiar un “artículo repugnante” en la revista izquierdista The Nation (se titula “El legado de Charlie Kirk no merece ser llorado” y lo firma Elizabeth Spiers), que, según dijo, se utilizó para justificar la muerte de Kirk. En ese artículo, Spiers defendía que era posible lamentar la muerte del activista, cuyo discurso describía en duros términos, sin “celebrar su vida”.
El vínculo de esas fundaciones con The Nation no está probado. Bhaskar Sunkara, presidente de la histórica revista, declaró en X que la publicación nunca había recibido fondos de Open Society. En cuanto a la Ford, dio dinero a la revista por última vez en 2019.
En otro mensaje posteado en Truth desde el Reino Unido, en el que Trump anunció su plan de designar como “organización terrorista” a Antifa, una amorfa constelación de grupos de ideología antifascista y de extrema izquierda, sin un líder o una estructura claras, dijo que recomendará “encarecidamente” que quienes financien a esos grupos “sean investigados a fondo de acuerdo con los más altos estándares y prácticas legales”. Ya intentó perseguir esa nebulosa durante su primera Administración, después de que el asesinato a manos de un policía blanco de Minneapolis del afroamericano George Floyd desatara una ola de protestas antirracistas por todo el país en plena pandemia.
El que entonces era su jefe del FBI, Christopher Wray, declaró este año que Antifa es una “idea” y no una organización. No quedó con ese mensaje claro cómo piensa la Administración de Trump perseguir esa idea.
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Source: elpais.com