El delantero del equipo parisino vence a Lamine Yamal y se consagra como el nuevo rey del fútbol en una noche histórica para Aitana Bonmatí, que conquista su tercer galardón consecutivo
Dembélé coronó la fiesta del PSG en el Balón de Oro. Campeón de Europa y subcampeón del mundial de clubes en 2025, el delantero cumple con el vaticinio de Luis Enrique y se convierte en el mejor de todos en su casa. Un premio para el fútbol francés, sobre todo para París, siempre casa del glamour, ahora también del fútbol. En el camino quedó el sueño irreverente de Lamine Yamal, que buscaba convertirse en el jugador más joven en conquistar la gala de France Football, el único capaz de conseguir dos Trofeos Kopa, al mejor jugador sub-21. “Es un orgullo estar aquí otra vez. Agradecer al Barcelona y a la selección. También a mi familia. No quiero olvidarme de mis compañeros, como Cubarsí y Raphinha”, dijo Lamine. “¿Estás listo para el gran trofeo?”, le preguntó Gullit. “No lo sé”, contestó. “A lo mejor nos vemos luego”, insistió el exjugador del Milán. Pero no lo consiguió.
Gullit sí vio a una española subir a lo más alto del podio: Aitana, ganadora de tres Balones de Oro en fila, un registro solo en poder de Messi y Platini. “Perfectamente podría haber sido de cualquiera de vosotras”, le dedicó la azulgrana a sus compañeras. “Es increíble lo que acaba de pasarme. No tengo palabras. Ha sido una temporada increíble con el PSG. Llevarme este trofeo y que me lo entregue Ronaldinho es algo excepcional”, se sumó el otro ganador de la noche, Dembélé.
Nada más aterrizar en París, la pequeña delegación del PSG —la gala coincidía con el partido aplazado frente al Marsella— aseguraba desconocer quién sería el rey de la noche en la ciudad de la luz. “Si pierde, será la primera vez que alguien pone mala cara. Antes, los ganadores lo sabían porque habían hecho la entrevista antes; ahora no”, contaban desde el entorno de Dembélé. No hubo decepción para el fútbol francés, tampoco para el PSG, mucho menos para Dembélé en el Théâtre du Châtelet. Tras su ciclotímica vida en Barcelona, encontró tranquilidad en un club que parecía no tener paz: el PSG. Por entonces, en el Parque de los Príncipes, ya mandaba Luis Enrique, elegido mejor entrenador. “Oye, Ousmane, tú eres el puto amo. Deja de pedir permiso. No eres el segundo de nadie. No eres menos que nadie. Puedes aspirar al Balón de Oro”, le dijo Luis Enrique a Dembélé tras la marcha de Mbappé al Madrid. Ambos campeones del mundo en 2018.
“Luis es una persona muy importante para mí, es como mi padre”, celebró Dembélé. Un tipo gracioso y despistado, ajeno a la fama —no muestra su vida ni su familia—, que ganó el gran premio de la noche, pero antes ya se había ganado el respeto del fútbol y el cariño de Francia. “El Balón de Oro del pueblo”, sugerían los periodistas franceses presentes en el teatro. Una manera de entender la vida muy distinta a la de su rival en la noche parisina. Mientras Dembélé aspira a la invisibilidad, Lamine quiere vivir como un rock star, presente en el campo y en las redes, siempre preparado para acaparar toda la atención, sin suerte en la gala del Balón de Oro.
“Es increíble esta sensación. Nunca imaginé que iba a conseguir algo así”, concluyó Aitana, mujer récord en París, en una noche que coronó a Francia y a Dembélé. A orillas del Sena, solo un tipo despistado, ajeno a los tiempos modernos, podía silenciar al chico del que todos hablan en el mundo del fútbol: Dembélé. La guinda final en la fiesta del PSG, dueño del dinero y ahora también del juego. Y ninguno de sus futbolistas lo representa mejor que Dembélé.
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Source: elpais.com
