La repulsa social y la desinformación hacen que las familias sufran en silencio un problema común como la pediculosis, mientras el parásito se hace resistente a químicos y crecen los centros especializados
El incorrecto seguimiento de los tratamientos ha hecho al parásito más resistente a los productos químicos, complicando su eliminación y convirtiéndolo en un foco de ansiedad ante el miedo al contagio. La clave, según los expertos, está en una prevención que debería ser impulsada y publicitada por las administraciones públicas a través de protocolos actualizados que normalicen su presencia en cualquier cabeza como un problema más de salud: “El piojo es el insecto más democrático que existe”, advierte Charo Montero, CEO de Kids & Nits, una franquicia de centros especializados en pediculosis.
“Este es un problema que preocupa mucho a las familias y que tratamos a menudo, especialmente en la vuelta al cole”, reconoce Pepe Serrano, miembro de la Asociación Española de Pediatría. Los piojos no transmiten ninguna enfermedad y eso provoca que muchas familias dilaten pasar por la consulta hasta que, de tanto rascarse, aparecen heridas en el cuero cabelludo. “Eso puede provocar infecciones”, advierte Serrano, que, no obstante, constata que la mayor preocupación que le trasladan los pacientes es la de cómo terminar rápidamente con la infestación.
La Sociedad Española de Farmacia Clínica y Comunitaria (Sefac), una de las instituciones que más ha trabajado sobre la pediculosis, también constata que este es un problema importante para las familias. “La aparición de piojos genera ansiedad y estrés”, advierte Ana Molinero, vicepresidenta de esta entidad. Esta era una de las principales conclusiones del estudio Percepción y hábitos de los padres y madres españoles ante la pediculosis, que Sefac realizo con CinfaSalud en 2022.
Los motivos, de acuerdo con Molinero, pasan por el miedo al contagio, sobre todo si hay bebés y niños pequeños en las casas —a los que no se les pueden aplicar los productos químicos para eliminarlos—; el engorro que supone seguir el tratamiento y la frustración si no se acaba con ellos, así como la angustia de que en el colegio puedan señalar a sus hijos o el trauma que les pueda crear a ellos si lo trasladan al centro, por la repulsa social que siguen generando los piojos. “Todos los padres, independientemente de la clase social, tienen el miedo a lo que piensen de sus hijos si lo comunican y prefieren sufrirlo en secreto, y cuando hay una infestación en una familia, muchas veces es un trauma”, sostiene la farmacéutica.
Entre las medidas que deberían recogerse en esos protocolos, la farmacéutica aboga por advertir de la importancia de seguir correctamente con los tratamientos antipiojos, basados la mayoría de la permetrina, un compuesto químico. “Los tratamientos son efectivos, pero hay que cumplir las instrucciones y seguirlos a rajatabla, y eso es tedioso”, advierte.
“De unos meses para acá estamos notando que tenemos una mayor demanda de inversores, de gente, sobre todo joven, que quiere montarse su propio centro”, reconoce Montero, cuya franquicia, que comenzó en 2012, tiene más de 50 locales por toda España. No se puede cuantificar el número total de este tipo de centros en España o el volumen de negocio que generan, porque no tienen un CNAE específico —están trabajando en ellos— y están inscritos en la categoría de Peluquería.
“El tratamiento en casa es muy tedioso y el problema es que los insecticidas sí matan los piojos, pero no acaban con los huevos y eso es lo que obliga a aplicar una segunda dosis a la semana, que es lo que tardan en nacer, pero ¿y si tardan más? No se puede estar eternamente aplicando productos antipiojos”. Montero ilustra, así, el calvario que supone la tarea de despiojar en los hogares, algo que antes hacían las abuelas y para lo que se requiere de una paciencia y un tiempo que ya no tenemos. “En los centros se aplican técnicas muy higiénicas y eficaces, que terminan con el insecto en una hora y luego te dan la garantía de volver a la semana para una revisión, es una rapidez que muchas familias agradecen y que cada vez buscan más”, abunda Ana Riestra, fundadora del Instituto Español de Pediculosis (IEP), una entidad que forma a los técnicos en pediculosis y les brinda asesoramiento para abrir sus propios centros.
Su centro también sirve para romper muchos tabúes. Además de niños, cada vez son más las madres que también se realizan el tratamiento. “Pero sobre todo vienen abuelas, que pasan mucho tiempo con los pequeños. Las familias se van dando cuenta de que los piojos no solo los tienen los niños, aunque es lo más habitual porque son los que más interactúan y se juntan, es un insecto que tenemos todos los humanos. Cualquiera puede tener un piojo en la cabeza”, sostiene.
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Source: elpais.com
