Asesinos, espías y saboteadores para Occidente; héroes en Rusia

De puertas para afuera, para el auditorio occidental, el Kremlin siempre niega las violaciones de las leyes internacionales de sus militares y los asesinatos y sabotajes de sus espías en territorio europeo y califica de “rusofobia” cualquier revelación sobre el caos que siembran. De puertas para adentro, dentro de Rusia, Moscú homenajea con orgullo a sus “héroes” y les garantiza que no les faltará nada. Asesinos que hoy se sientan en la Duma Estatal como respetables diputados y padres de familia que cuando vivían en el extranjero jamás habían revelado a sus hijos que eran rusos y ahora presiden empresas vinculadas al Kremlin son algunos ejemplos.

El Kremlin aún niega haber disparado una oleada de drones sobre Polonia el pasado 10 de septiembre. En 2023, un par de cazas rusos Su-27 derribaron un dron estadounidense sobre las aguas internacionales del mar Negro. Moscú negó al principio su responsabilidad y dijo que el Reaper cayó por sí solo por unas “maniobras bruscas”. Días después, su ministro de Defensa admitió el derribo y condecoró a sus pilotos.

El propio Kremlin y sus servicios secretos suelen referirse a las acciones de sus espías con el eufemismo de “inteligencia ilegal”. La invasión de Ucrania de febrero de 2022 acaba de comenzar cuando el dirigente ruso depositó un ramo de flores en la sede de esta organización y pidió a sus agentes “resolver tareas no convencionales” en su “lucha” contra Occidente. “Estoy seguro de que servirán con honor a Rusia, como hicieron sus legendarios predecesores”, concluyó Putin, en una clara alusión al KGB.

Algunos espías rusos llevan su misión en Europa al límite. Sofía y Daniel pensaban que eran dos niños argentinos cuyos padres habían sido detenidos sin motivo alguno hasta que las fuerzas de seguridad eslovenas les montaron en un avión con ellos, los espías Artiom Dultsev y Anna Dultseva, el año pasado. Al aterrizar en un canje masivo por presos políticos rusos les recibió Putin con otro ramo de flores.

A diferencia de otros espías metidos en aquel intercambio, la familia Dultsev concedió una entrevista en la revista oficial del SVR, Razvedchik [Agente secreto]. “Confiábamos profundamente en que regresaríamos sanos y salvos a casa. Sabíamos con certeza que el SVR haría todo lo posible para rescatarnos lo antes posible”, decía Anna en la entrevista.

Putin galardonó a los Dultsev con la Orden del Valor a finales de 2024 a través de un decreto secreto, aunque este reconocimiento trascendió por su mención en la entrevista. Se desconoce si el Kremlin también premió a otros liberados de aquel canje, incluidos Vadim Krasikov, asesino de un opositor checheno en Berlín, y Pablo González, cuyo caso de espionaje ha sido reabierto por Polonia en agosto.

Moscú había sostenido durante años que Krasikov era un simple ciudadano ruso, pero la mascarada cayó aquel día. “Krasikov es empleado del SVR. En la unidad Alpha trabajó junto a varios miembros del equipo de seguridad del presidente. Se felicitaron ayer al verse, por supuesto”, admitió Peskov tras su intercambio.

Los Dultsev fueron reclutados en 2009. Para entrar en la Unión Europea sin levantar sospechas, enmascararon sus identidades a través de un tercer país: ambos se mudaron a Argentina en 2012 y obtuvieron esta nacionalidad con papeles falsos. Cinco años después se trasladaron a Eslovenia con sus hijos recién nacidos.

La familia señala en la entrevista que su paso por Argentina se debió a un cambio de planes ante la detención de 10 espías en Estados Unidos en 2010.

Andréi Bezrúkov y Elena Vavilova eran conocidos en el país norteamericano como Donald Heathfield y Tracey Foley antes de que su historia como espías encubiertos del FSB inspirase la serie The Americans. De vuelta en Rusia en 2010 y vinculado al jefe de la petrolera Rosneft, Ígor Sechin, Bezrúkov es hoy presidente de la Asociación para la exportación de soberanía tecnológica, una organización próxima al Kremlin que hace lobby en África y Asia para las empresas de software de inteligencia rusas.

El SVR no es el único órgano de inteligencia ruso que opera en Europa. También actúan el Quinto Departamento del Servicio Federal de Seguridad (FSB) y el Departamento Central de Inteligencia del ejército (GRU).

“Sus diferencias son ahora menos pronunciadas que antes de la guerra. Suelen usar los mismos métodos en operaciones de sabotaje y de guerra híbrida”, agrega Soldátov.

Su arma dejó un rastro radioactivo por media Europa, aunque el Kremlin negó su responsabilidad. “No estamos dispuestos a acatar este tipo de decisiones”, zanjó el portavoz de Putin al conocerse en 2021 el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por el que Moscú debía indemnizar a la viuda.

Otra célebre diputada y agente rusa es María Butina, condenada en Estados Unidos en 2019 a 18 meses de cárcel por fingir ser una estudiante y al mismo tiempo servir de puente entre el Kremlin, la Asociación Nacional del Rifle y el Partido Republicano de Donald Trump.

Butina, tertuliana habitual en la propaganda rusa, ha sido también la cara de algunas de las iniciativas legales más polémicas del régimen ruso. Al comienzo de la guerra participó en la redacción de una ley que permitía el cierre de medios de comunicación que “faltan el respeto a la sociedad rusa”, y en agosto de este año introdujo otro proyecto de ley nonato por el que los menores que discrepan del Gobierno podían ser enviados a centros de detención preventiva.

La amenaza de los héroes rusos no es nueva. Sus agentes mataron con un coche bomba en Qatar a un líder independentista checheno, Zelimján Yandarbíyev, en 2024. Condenados a cadena perpetua en el país árabe, finalmente fueron extraditados a Rusia para cumplir su sentencia. No se había apagado aún el eco de los aplausos en la propaganda rusa cuando el Kremlin dijo que sus espías habían “desaparecido”.

No todos los agentes de Moscú son rusos. El medio independiente The Insider ha revelado cómo el FSB ha comprado estos años a políticos europeos de toda índole, desde diputados de la Liga Norte italiana a representantes del Parlamento Europeo.

Y siete años después de que Putin bailase con ella en su boda, la exministra de Exteriores austriaca Karin Kneissl ha dado esta semana una conferencia ante un centenar de paracaidistas rusos en la ciudad de Riazán. “Ahora vivo en Rusia e intento aportar mi granito de arena. Necesitamos definir y repensar los intereses nacionales de Rusia, comprender la nueva geografía y ver qué falló en Europa”, dijo a los soldados quien fuera jefa de la diplomacia de un país de la Unión Europea.

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.