El golpe de Trump a las petroleras rusas trastoca los cálculos de Putin para alargar la guerra

El presidente ruso advierte al estadounidense de que la medida, que aísla financieramente a Rosneft y Lukoil, le saldrá cara también. China dejará de comprar crudo ruso y la incógnita ahora es qué hará la India

Aún tiene margen, sí, pero cada vez menos. La última, y en cierto modo sorpresiva, ronda sancionadora de Estados Unidos contra Rosneft y Lukoil, dos gigantes de la todavía poderosa industria fósil rusa, estrecha la capacidad de maniobra de un Vladímir Putin convencido de poder alargar aún más su guerra. El presidente ruso advirtió el jueves a Donald Trump de que le saldrá caro a los estadounidenses. El entorno del Kremlin no esconde el escozor que ha provocado el movimiento en Moscú. Contaba con alejar a la actual Administración estadounidense de la causa ucrania, y el paso dado va justo en dirección contraria. Putin se mantuvo firme, sin embargo: “Ningún país que se precie actúa bajo presión. Rusia es uno de ellos”, manifestó.

Aunque Rosneft y Lukoil llevaban años bajo el yugo de las sanciones occidentales, estas eran de carácter parcial. Con esas medidas, y con un tope sobre el precio de venta del petróleo ruso que ha tenido menos efecto del estimado inicialmente, Occidente buscaba una difícil cuadratura del círculo: mantener ese crudo en el mercado para evitar una subida vertical de los precios y, a la vez, mermar los ingresos del Kremlin. Ahora, Washington va un paso más allá al incluir a ambas empresas en la lista negra del Tesoro estadounidense, con cortapisas mucho más duras y restrictivas. Un paso que también dio la semana pasada el Reino Unido y que ya ha tenido una primera consecuencia: China dejará de comprar petróleo ruso, según ha adelantado la agencia Reuters.

“Son sanciones muy importantes y suponen una escalada muy significativa en la presión a Rusia”, valora Jorge León, vicepresidente y jefe de análisis petrolero de la consultora noruega Rystad Energy. “Pero la clave está en qué harán ahora Turquía y, sobre todo, la India. Las indicaciones preliminares apuntan a que van a dejar de comprar crudo ruso; si eso sucede, el riesgo para Moscú es significativo”, apunta por teléfono. Son, dice, alrededor de un millón de barriles diarios los que estarían en el alero. Una opción que ya ha empezado a cotizar el mercado, con una fuerte subida desde que se conocieron las nuevas sanciones.

La pelota queda, ahora, en el tejado de quien le compra esos ingentes cargamentos de crudo y, muy particularmente, en el de la India, siempre a caballo entre Occidente y el nuevo orden que trata de liderar Pekín. La gran duda es, en fin, si los importadores indios llegan a acuerdos con ambas para pagar en moneda local (rupias o rublos), arriesgándose a un notable daño reputacional con una Casa Blanca que ya no les mira con tan buenos ojos, o si estas sanciones empresariales consiguen lo que no han logrado los aranceles secundarios con los que Estados Unidos ya castiga al país más poblado del mundo.

De ahí que el giro de la Casa Blanca esté escamando tanto en Moscú. “Estados Unidos es nuestro adversario, y su locuaz ‘pacificador’ se ha lanzado de lleno a la guerra contra Rusia”, ha denunciado el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev. “Las decisiones [sanciones] tomadas son un acto de guerra contra Rusia: Trump se ha alineado plenamente con la demente Europa. Pero esta última oscilación del péndulo de Trump tiene una clara ventaja [para Rusia]: permite atacar con diversas armas sin importar unas negociaciones innecesarias”. La suya no es una voz menor: además de expresidente y ex primer ministro es uno de los hombres más cercanos a Putin, un lugarteniente de larga data.

Concesiones reales, eso sí, no ha habido ninguna: el Kremlin se ha mantenido firme en su rechazo a una tregua sin condiciones y, por supuesto, a una paz verdadera. Conquistas territoriales al margen, sus objetivos últimos son sentar en Kiev un Gobierno títere que devuelva a Ucrania a su órbita y desarmar el país para tenerlo a su merced.

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