El problema es tan evidente que el Ministerio de Igualdad ha lanzado una campaña para reivindicar una educación sexual positiva e igualitaria frente a los patrones violentos y machistas que difunde de forma mayoritaria el porno. Según los datos que maneja este departamento, nueve de cada diez adolescentes lo consumen de manera habitual; y la mayoría de ellos entra en contacto por primera vez con este tipo de vídeos a los ocho años.
“Pensar que nuestro hijo no ha visto porno es absurdo: los datos demuestran que más de un 90% de los menores de 14 años lo ha consumido en algún momento”, remarcan las autoras, antes de indicar que se aúnan dos factores: la propia accesibilidad a través de los móviles y la rentabilidad económica que muchas empresas obtienen del alto tráfico que generan estos contenidos. “El algoritmo premia en todas partes, incluido en las redes sociales, a quienes crean pornografía y también a quienes la ven: es un círculo vicioso”.
Las cifras son abrumadoras —al menos 7 de cada 10 adolescentes ven porno de forma habitual, según los últimos datos de Save the Children—, sobre todo porque estos visionados no son inocuos. María Angustias Salmerón Ruiz es pediatra especializada en Medicina de la Adolescencia y en su consulta asegura que ha visto “lo inimaginable, de todo”. Al principio pedía a los jóvenes que le mostraran qué era lo que ellos consumían, pero tuvo que dejar de hacerlo porque “no podía soportarlo, me hacía daño”. Sexo con bebés, animales o personas decapitadas, prácticas de asfixia extrema o violaciones grupales son algunos de los contenidos “aberrantes” que los chavales “han normalizado” y contemplan de forma “habitual”.
Ellos suelen tener dificultades relacionadas “con el desempeño”, puesto que se sienten “inferiores frente a los modelos de los vídeos” y desarrollan problemas como la eyaculación precoz, por la ansiedad que les causa no durar tanto como los actores; o la disfunción eréctil, porque ya no siente excitación ante lo real o creen que su pene es pequeño. Ellas, en cambio, pueden acceder a prácticas que no les gustan solo para complacer a sus parejas, puesto que lo que persiguen con el visionado de porno, más que excitarse, “es saber lo que tienen que hacer para satisfacer al otro, dejando de lado su propio placer”.
Los besos, las caricias o el petting, denuncia Al Azem, “no existen” en sus relaciones, que suelen comenzar directamente con una felación —como en el porno— y derivan “precipitadamente” en la penetración, muchas veces “sin que el cuerpo de la chica esté preparado” para ello. “Creen que la confianza, el afecto y la comunicación no son parte de las relaciones, porque los vídeos con los que se educan carecen de todos estos valores”, indica la doctora Salmerón.
Cuestiones que esperan que se resuelvan, “al menos parcialmente”, con la ley para la protección de los menores en entornos digitales, que actualmente se encuentra en trámite parlamentario. “El bienestar sexoafectivo de las generaciones futuras depende de ello”, recuerdan.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico [email protected]
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Source: elpais.com
