La noche del 28 de febrero de 1984, según contó en diversos momentos, Pierre Elliot Trudeau dio una larga caminata en la nieve. Un día después, anunció su dimisión como líder del Partido Liberal y primer ministro de Canadá. Pensó que ya había sido suficiente tras casi 16 años gobernando. Y todas las miradas están puestas en su hijo, al timón del Gobierno desde noviembre de 2015. Justin Trudeau lleva toda la semana reflexionando si, como lo ha afirmado en repetidas ocasiones, sigue adelante con sus planes de buscar un cuarto mandato, en una situación que le es sumamente desfavorable, o tira la toalla.
Trudeau tiene tiempo encadenando malas noticias: un avance constante de los conservadores en las encuestas, un paquete de iniciativas que no han logrado reactivar las simpatías del electorado y voces dentro de su agrupación que ya criticaban en privado sus deseos de volver a presentarse en las urnas. Sin embargo, ha sido una bomba cuyas ondas expansivas podrían propiciar el fin de sus años en el poder.
Freeland era el brazo derecho de Trudeau en las tareas gubernamentales. Había jugado para convertirse tiempo después en viceprimera ministra y ministra de Finanzas. Este lunes, iba a presentar una actualización del presupuesto, pero horas antes compartió en redes sociales una carta dirigida a Trudeau explicando las razones de su renuncia a dichos cargos.
Trudeau y Freeland tenían desde hace tiempo diferencias respecto a la forma de administrar las arcas del país. Pese a ello, Freeland siguió mostrando lealtad, hasta que consideró que ya era demasiado. Se había comprometido a no aumentar significativamente el déficit, pero según el documento que iba presentar, este llegará a 69.600 millones de dólares canadienses en el año fiscal actual; 22.000 millones más de lo previsto.
Justin Trudeau posee una sonrisa seductora y facilidad para desenvolverse en público. Sin embargo, no es un secreto en Ottawa que tiene dificultades para escuchar opiniones contrarias o tolerar cualquier gesto de supuesta desobediencia dentro de su equipo. La hemeroteca es abundante en ejemplos: Jody Wilson Raybould, Jane Philpott y David Lametti son algunos de los ministros que han salido por la puerta de atrás. Aunque Freeland decidió que el trato recibido merecía una respuesta estruendosa.
Trudeau participó el martes en un evento con miembros de su partido. Ahí defendió sus iniciativas y lanzó dardos al líder conservador, con un tono parecido al de las campañas electorales. En otro momento de su intervención, declaró lo siguiente: “Como en la mayoría de las familias, a veces hay discusiones durante este periodo de fiestas. Pero, por supuesto, como la mayoría de las familias, encontramos la manera de superarlas”. Esta ha sido hasta el momento la única alusión que ha hecho sobre el encontronazo con Freeland.
Campbell Clark señalaba en que muchos canadienses creen que el primer ministro se ha convertido en fuente de problemas y no en solución de los mismos. Clark recordaba los triunfos conservadores en las elecciones especiales llevadas a cabo en tres circunscripciones en meses recientes. Para el columnista, pudo influir el programa del Partido Conservador y la oratoria de su líder, pero apuntaba como factor mayor “que una gran parte de las personas lo suficientemente motivadas como para acudir a las urnas querían emitir un veredicto sobre Justin Trudeau”. Una encuesta de Abacus, publicada este miércoles, arrojó que los conservadores gozan ya de una ventaja de 25 puntos porcentuales sobre los liberales. En el mismo sondeo, el 67% de los consultados dijo que Trudeau debe dimitir.
Este viernes, Trudeau efectuó cambios en las cabezas de 10 de los 35 ministerios gubernamentales. En una breve declaración, afirmó: “Tenemos mucho trabajo por delante”, subrayando que su prioridad es que el país esté lo mejor preparado para el regreso de Trump. Respecto a las modificaciones ministeriales, el objetivo es dar una imagen de continuidad, pero sin despejar la gran duda: saber si Trudeau seguirá como capitán del navío.
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Source: elpais.com