Los rebeldes hallaron el laboratorio clandestino de droga en Maaroune, a unos 20 kilómetros de la capital, Damasco. Es una amplia planta industrial de dos niveles que hasta 2018 producía patatas fritas y en cuyo suelo pueden verse hoy miles de pastillas de captagon, abandonadas apresuradamente ante el raudo avance rebelde, que acabó con el régimen a principios de mes en apenas semana y media. “Siria se ha convertido en el mayor productor de captagon de la Tierra […] y hoy, va a ser purificada por la gracia de Dios todopoderoso”, dijo poco después Ahmed Al Shara, el líder de , el grupo fundamentalista islámico que lideró el derrocamiento y que ve en la droga una prueba de la miseria moral del régimen. Las nuevas autoridades han incendiado grandes cantidades de hachís y al menos un millón de pastillas de captagon. Producirlas costaba unos pocos céntimos de euro. Se vendían en una horquilla de tres a 20 euros.
Una sala tiene el techo negro y huele a quemado. “Cuando llegamos, no había nadie. , incendiando el hachís que almacenaban aquí”, cuenta el combatiente. No es la única fábrica de captagon descubierta tras la caída exprés del régimen. Otras estaban en una compañía de venta de automóviles en la ciudad costera de Latakia, un edificio en la base aérea Mazzeh en Damasco o una mansión cerca de la capital.
A la salida de la planta, un vehículo militar con ametralladora y matrícula de Alepo muestra que ahora la fábrica . Al lado, hay un camión de mercancías. Nunca llegó a transportar la droga en las cajas de tehina y frutos secos que estaban preparadas.
Durante años, las actividades dentro de la planta estuvieron protegidas por dos muros. Uno físico, de hormigón, y otro, de silencio, sobre un negocio que El Asad utilizaba con los países árabes como baza negociadora para cumplir su sueño: regresar a los foros internacionales como vencedor virtual de la guerra y obtener el levantamiento de las sanciones. El régimen controló en el último lustro el 70% del territorio, incluidos los puertos costeros y al menos parte de todas las fronteras: Jordania, Turquía, Líbano, Irak e Israel. Son 370 kilómetros de divisorias.
El principal destino era el Golfo, sobre todo Arabia Saudí, donde llegaba hasta el 67% del total. Y las principales rutas de paso, marítimas y terrestres, eran a través de las vecinas Jordania y Líbano. La droga, a veces, daba un rodeo por el sur de Europa, antes de llegar al Golfo, pero rara vez se quedaba allí. Por lo general acababa en países árabes, por lo que el tráfico de captagon marcaba menos la conversación global.
Amán y Riad estaban preocupadas y pidieron ayuda a sus aliados, Estados Unidos y el Reino Unido, que impusieron en 2022 sanciones a empresarios y otras personas del régimen involucradas en el tráfico de captagon. El narconegocio que promovía El Asad golpeaba a su juventud y afectaba a sus fronteras. Las autoridades saudíes admitieron años atrás que los principales consumidores tenían entre 12 y 22 años.
Riad llegó a prohibir en 2021 todas las importaciones de productos libaneses, para evitar la entrada clandestina de captagon. Ese año, confiscó 86 toneladas de anfetaminas, el doble que el año anterior. Los países árabes, que habían comenzado el proceso de normalización de El Asad, sacaban el tema en las conversaciones con sus interlocutores sirios y recibían promesas que luego quedaban en nada.
Ese mismo mes, la Liga Árabe reaceptó a Siria, 12 años después de suspenderla, por su represión de las protestas pacíficas ―en el marco de la Primavera Árabe― que derivó en casi 14 años de guerra. El Asad era el mismo El Asad ese 2011 y , pero pesó más en los países árabes la aparente estabilización del frente (los rebeldes preparaban en secreto en Idlib la ofensiva), las prisas por desembarazarse de los refugiados, la el deseo de combatir la influencia de Irán y, desde luego, el captagon. Se creó un comité de contacto ministerial con representantes de Egipto, Irak, Jordania, Arabia Saudí y Siria con cuatro tareas. Entre ellas, reducir la producción y el contrabando de captagon.
La caída del régimen ha dado un golpe mortal al tráfico de captagon, pero el riesgo ahora ―generada la demanda y las rutas― es que simplemente se desvíe. Por ejemplo, al vecino Irak, donde las autoridades se incautaron en 2023 de 4,1 toneladas de pastillas de captagon, casi 34 veces más que cuatro años antes, según un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. El informe recuerda que Irak puede “convertirse en un importante nodo” de narcotráfico mundial, ya que se encuentra en la intersección de las principales rutas. De momento, el número de personas en el país con trastornos derivados del consumo de drogas se duplicó entre 2017 y 2021.
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Source: elpais.com