Era un secreto a voces desde que, hace un par de semanas, el primer ministro ucranio, Denys Shmyhal, descartase por completo un nuevo acuerdo con Gazprom para permitir que el gas ruso siguiese fluyendo hacia la Unión Europea. La constatación de sus palabras ha llegado este miércoles, 1 de enero, con la expiración del contrato y el corte total —quién sabe si definitivo— del gasoducto que atravesaba de este a oeste el país invadido. Era el más antiguo de todos, con cinco décadas a sus espaldas, de ahí su valor simbólico.
Aunque el flujo de gas ruso a través de una Ucrania bajo asedio ruso —una de las grandes paradojas de los tres últimos años, con Moscú “ganando miles de millones a costa de nuestra sangre”, en palabras de Volodímir Zelenski— era mínimo desde hace meses, muy por debajo de su capacidad nominal, el fin del suministro deja varias certezas y un puñado de incógnitas a resolver.
La gasista rusa Gazprom se ha ofrecido a suministrar gas a Chisinau por otras rutas ajenas a Ucrania, pero para ello . Ante esta nueva tesitura, el director general de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, ha urgido este miércoles a los socios europeos su apoyo a Moldavia —una nación cada vez más polarizada entre europeístas y prorrusos— para que pueda mantener el suministro a su población en pleno invierno.
Esta nueva situación ha sembrado las primeras dudas en los dos países de la UE más cercanos a Vladímir Putin, que son, también, los que más gas recibían a través del ducto ucranio. Si bien su situación es mucho menos acuciante que la de Moldavia, al disponer de más vías de entrada del combustible desde países vecinos, el fin del contrato ha sembrado algunos nubarrones en su horizonte.
Sin salida al mar para importar directamente gas natural licuado (GNL, el que viaja por barco, mucho más caro que el que llega por gasoducto), las autoridades eslovacas han confirmado que tendrán que afrontar un sobrecoste de casi 180 millones de euros solo en 2025 para abastecerse por otros medios. Sobre todo, a través del gasoducto que la conecta con Alemania vía la República Checa. “No hay, actualmente, ninguna amenaza de corte de gas”, ha negado la ministra de Economía, Denisa Sakova. Crítica con la decisión “unilateral” de Kiev, sin embargo, ha admitido que esta dañará los intereses de su país.
Hungría, por su parte, redoblará las importaciones de gas ruso a través de Turquía, cuyo gasoducto Turkstream, que discurre bajo el mar Negro, es ya la única vía de entrada terrestre del gas ruso en la UE. El tercer país que recibía importantes volúmenes de gas ruso a través de Ucrania, Austria, salió de la ecuación hace un mes, con el fin del contrato que unía a su energética OMV con Gazprom tras un litigio. Al igual que Budapest, Viena se está viendo abocada a importar más gas ruso a través de Turquía y, también, desde Alemania. “Es un gran ajuste en los flujos de gas, del este al oeste”, ha reconocido en los últimos días el número dos del regulador gasista austriaco, Markus Krug, que ha dejado la puerta abierta a un incremento temporal en las tarifas que abonan los consumidores.
Esta nueva situación en Centroeuropa podría resumirse en una frase: la seguridad de suministro se tensará, pero lejos, muy lejos, de las alarmas desatadas en los meses más crudos de la crisis energética. El gasoducto ucranio cubría menos del 5% de las necesidades europeas de gas, una tendencia de signo claramente bajista. En 2024, apenas el 13% de las importaciones europeas de gas tuvieron origen en Rusia y —como recuerda Henning Gloystein, analista jefe para asuntos energéticos de la consultora de riesgos Eurasia—, la demanda europea de gas ha caído en un quinto respecto a los niveles anteriores a la invasión.
Más GNL, también desde Rusia. El fin del suministro a través de Ucrania no quiere necesariamente decir que los Veintisiete vayan a importar menos gas procedente del país euroasiático. Con las importaciones de gas licuado ruso —sobre todo, procedente de la península siberiana de Yamal— en máximos históricos, es muy probable que esa vía de entrada crezca aún más como reemplazo. Crecerán, también, las importaciones marítimas procedentes de los tres mayores exportadores de GNL del planeta: Estados Unidos, Qatar y Australia, junto con Noruega los grandes ganadores económicos de la invasión iniciada por Putin en marzo de 2022.
El trasvase de tubo a buques metaneros, de hecho, lleva tiempo haciendo mella sobre los precios. Pese a ser muchos los elementos fundamentales para la evolución del mercado gasista, el corte del ducto ucranio ha jugado un papel relevante en el reciente encarecimiento del gas natural en la UE. El índice TTF neerlandés, el que se utiliza como referencia en el Viejo Continente, se ha disparado un 70% en el curso de 2024, con acelerón particularmente acusado desde el verano. Al margen de la industria y las calefacciones, los dos mayores vectores de demanda, esta subida se ha trasladado directamente al mercado eléctrico, donde las centrales de gas siguen imponiendo su ley pese a su mucha menor utilización en los últimos años.
Las reservas subterráneas, aún más estratégicas. Semidesconocida para el gran público hasta el estallido de la crisis energética, Europa cuenta con una tupida red de depósitos de gas bajo tierra con la que se afrontan los picos invernales de demanda. Una infraestructura que cobra especial valor en momentos como el actual, con la demanda comunitaria cerca de sus máximos anuales y con el cerrojazo en el penúltimo de sus canales de entrada de gas ruso por vía terrestre.
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Source: elpais.com