Voy al rifirrafe Dimitrievski-Vinicius, por el que . El madridista cae en el área, el meta le da un golpe en la espalda, como despectivo, y Vinicius se levanta y lo aparta con las dos manos… ¿En la cara? Primer quid de la cuestión. Por lo que sea, han decidido que los toques en la cara resultan intolerables. El VAR avisa, el árbitro acude y decide la expulsión. Pero, ¿era la cara? El madridista aprecia más bien que era el cuello y la oreja, pero, ¿algún dedo alcanzaría algo del rostro?
Y más: ¿estaba el juego parado? Si el balón está en juego la agresión es menos grave, aun cuando esté lejos de agresor y agredido. Fue un apaño que se hizo cuando en la Supercopa de Sevilla de 2021, Messi atacó por la espalda a Villalibre con el balón muy lejos. Ahí nació esta doctrina, para dejar la suspensión al crack en dos partidos. Ahora tenemos el referente próximo de Óscar Rodríguez, del Leganés, al que le cayeron cuatro partidos por una jugada como la de Vinicius. En su caso, el juego estaba detenido. En el de Mestalla, Soto Grado pregunta a la sala VOR si en el momento de la agresión el juego estaba detenido y Muñiz Ruiz le contesta que sí, pero luego en el acta no pone eso, sino algo más benévolo, que “no estaba en disputa”. Si se considera infracción grave digna de cuatro partidos, su efecto se extenderá fuera de LaLiga y no podrá jugar la Supercopa. Todo un espacio para una buena discusión teológica. ¿Rostro o no rostro? ¿Juego detenido o balón o no en disputa? En la vieja Bizancio entusiasmaban estos temas.
Un gran árbitro francés, Michel Vautrot, que solía dar charlas de orientación a las nuevas hornadas internacionales, repetía un concepto: “El arbitraje debe ir orientado a cazar elefantes, no hormigas”. Justo lo contrario de lo que se hace ahora. Vale agarrar en el área y se acude presuroso al reclamo del teatrero que se hace el muerto. Y el debate general se desvía por ahí, convirtiendo el fútbol en un memo galimatías.
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Source: elpais.com