Y así, con alguna victoria que otra, han pasado nueve años de enrevesada batalla judicial. En medio, un indulto del Gobierno que no fue fácil de lograr ―y que las pegas del Tribunal Supremo convirtieron en parcial― y la oposición del juez Piñar para ejecutarlo sin más. Cuando parecía que los litigios bajaban de intensidad (aunque sin cesar) con la puesta en libertad de Juana Rivas, una carta de su hijo mayor de edad, Gabriel, que vive con ella, dirigida a la Fiscalía italiana ha producido un efecto que nada antes había conseguido: que un juzgado de la ciudad sarda de Cagliari investigue los presuntos malos tratos de Arcuri hacia sus hijos, hechos denunciados desde el primer minuto del caso. Semanas después, otra declaración, en este caso del hijo menor, ha conseguido que una jueza le permita, en medio de gestiones a contrarreloj este martes por la noche, no tener que volver a Italia con su padre, ahora investigado por malos tratos.
El caso Juana Rivas, sin embargo, aún no ha terminado, y tiene recorrido por delante. La investigación por malos tratos contra el padre, el litigio por la custodia del menor y su estancia definitiva en España, las denuncias entre abogados y juez… Si hubiera que poner una fecha inicial, todo se remonta a 1997, cuando Juana Rivas y Francesco Arcuri se conocen durante una estancia de ambos en Londres. Un momento fundamental, y nada bueno, tiene lugar el 7 de mayo de 2009, hace casi 15 años y medio. Rivas y Arcuri ya tenían un hijo común, Gabriel, y los tres residían en el centro de Granada. Una discusión a las seis de la mañana de aquel día en la vivienda familiar entre los progenitores acabó con la primera en el suelo, arrastrada y golpeada por su pareja y con diversos hematomas, según auto de un juzgado de Violencia de Género. Días después, un juez penal determina que Arcuri es responsable de un delito de lesiones en el ámbito familiar y lo condena. Tres meses de prisión y alejamiento de 200 metros de Rivas durante un año y tres meses es el resultado de ese encuentro, el primero de muchos, en los juzgados.
“y ella acepta irse a Italia juntos”. En una pequeña isla llamada San Pietro, perteneciente a Carloforte, en Cerdeña, la pareja y el hijo conviven en la casa rural que regenta Arcuri. Allí también nació Daniel, que en unos días cumplirá 11 años. Rivas vivía, narraba Granados, “aislada, trabajando mucho y sin contacto con casi nadie. A ocho kilómetros de la ciudad más cercana y a tres horas en ferry de un juzgado”. El 18 de mayo de 2016, Rivas llegó a su casa de Maracena, con sus dos niños. Denunció a Arcuri en España por malos tratos y violencia de género y nunca volvió al hogar familiar. La justicia obligó a los niños a volver con su padre. Han pasado casi nueve años y, tras mucho tiempo de sentencias contrarias a Juana ―y en definitiva a sus niños―, el guion, al menos de momento, ha cambiado.
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Source: elpais.com