Ahora, volvamos al tema del día. El Consejo Superior de Deportes, esto es, el Gobierno, al fin y al cabo, había salvado a Laporta. Le concedía una medida cautelar al Barça que volvía a dar vigencia a las licencias de Dani Olmo y Pau Víctor. Al menos, de momento, mientras se resuelve el recurso del club azulgrana. Los futbolistas se enteraban en el autobús. La sonrisa de Olmo a su llegada al estadio Al Jawhara, en Yeda, daba buena cuenta del alivio, del sufrimiento previo. Mucho menos discreto fue el presidente, Joan Laporta, en las entrañas del campo saudí: se abrazó ostentosamente con Enric Masip, su mano derecha, lanzó un corte de mangas y un grito. Rio. Segundos después volvió a gritar, al más puro estilo CR7, ese hombre-anuncio con cuádriceps de acero que ahora glosa las maravillas de Arabia.
‼️👀 MUCHO OJO a la celebración de LAPORTA
👉 CORTE DE MANGAS tras enterarse de la cautelar para Dani Olmo y Pau Víctor
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¿A quién iba dirigido ese corte de mangas? Se lo debió dedicar a la oposición. Esa que ha pedido su dimisión, acongojada ante los equilibrios de club que ha celebrado con pompa sus 125 años como una de las grandes entidades de Cataluña en uno de los momentos más delicados desde el punto de vista institucional.
Quizá se lo dedicó también a Javier Tebas, el mandamás de LaLiga, cansado ya de salvarle el pellejo, de hacer la vista gorda, de confiar en que el club cuadrará las cuentas y respetará la regla del fair-play financiero. Llegó el Barça tarde y mal esta vez. Y ya nadie miró para otro lado. Tampoco el nuevo presidente de la Federación, Rafael Louzán, que tuvo la última palabra después de que Laporta activara la última palanca de estos años de ingeniería financiera.
No es difícil imaginar a cuántos más les escoció ese corte de mangas. No es raro pensar que escoció a todo el fútbol. Por irrespetuoso, desagradecido y de mal gusto. Le escoció, lo escuchamos, a su rival en la semifinal. Alucinante o esperpéntico fueron los adjetivos que usó el presidente del Athletic, Jon Uriarte, al conocer la noticia. Que se ocupe de sus asuntos, le espetó Deco poco después. Sus asuntos, como los del resto de presidentes de los clubes de la Liga, pasan por las competiciones en la que participa con una plantilla ajustada a su presupuesto y a sus necesidades financieras. Sin favores ni palancas. Lo otro se llama agravio comparativo.
La cautelar a Olmo y Víctor, para suerte de los futbolistas, que no tienen culpa alguna, y una peor comunicación interna. A 31 de diciembre, sus cuentas no estaban en orden. Las de sus rivales sí.
Y ahora que el CSD le echa un salvavidas en plena tormenta, Laporta no tiene mejor respuesta que un corte de mangas que, quiera él o no quiera, tiene múltiples destinatarios. La imagen del Barcelona como club, perdón, més que un club, se resquebraja.
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Source: elpais.com