En otras circunstancias, la anécdota habría dado para muchas bromas. En el momento de debilidad actual del Gobierno británico, resulta reveladora. La ex primera ministra conservadora Liz Truss, que en su breve mandato de apenas 50 días hundió la deuda pública, la libra esterlina y la credibilidad internacional del Reino Unido, ha enviado al primer ministro laborista, Keir Starmer, un requerimiento legal para que deje de decir precisamente eso: que por culpa de ella los mercados entraron en pánico. Si Downing Street se obstina en seguir contando la verdad ―entiéndase la ironía―, Truss amenaza con acudir a los tribunales.
El Partido Conservador, al que , se muestra hoy envalentonado ante las claras señales de debilidad económica.
Starmer, y su ministra de Economía, Rachel Reeves, luchan estos días por convencer a los mercados de que tienen todo bajo control, y de que no será necesario subir más los impuestos o imponer más recortes. La deuda pública británica se ha desplomado esta semana. El tipo de interés de los bonos ha llegado casi al 5% (4,93%), el pico más alto registrado desde la crisis financiera de 2008. La libra esterlina ha descendido a su nivel más bajo en un año.
Al Gobierno le resulta más caro endeudarse, y el pago de la deuda se ha comido ya prácticamente el colchón de casi 12.000 millones de euros que apartó en su primer presupuesto, a finales de octubre.
Reeves visita esta semana China. El viaje fue planificado con mucha antelación, y tiene como objetivo relanzar las relaciones comerciales y económicas con esa potencia mundial. Pero ha coincidido con el debate en el Parlamento de una moción urgente planteada por la oposición, en torno a la inquietud actual en los mercados por la situación de la deuda. Y tanto laboristas como liberaldemócratas han acusado a la ministra de huir, y de enviar en su lugar a un subalterno a la Cámara de los Comunes.
“¿Dónde está la ministra? Es lamentable que en estos tiempos tan difíciles, cuando nos enfrentamos a asuntos tan graves, no haya donde encontrarla”, clamaba en el debate parlamentario el portavoz conservador de Economía, Mel Stride.
A pesar de los intentos de la oposición de presentar una situación tan caótica como la provocada en su día por Truss, cuyo disparatada bajada de impuestos en otoño de 2022 disparó el mercado de deuda pública y extendió el pánico en los mercados, la situación del Reino Unido parece, de momento, controlada. Estados Unidos también ha visto un aumento histórico del tipo de interés de los bonos, por el temor y la incertidumbre de los analistas ante la política económica de la nueva Administración de Donald Trump.
“Gran parte de estos cambios en el precio [de la deuda] refleja factores globales que se están produciendo en Estados Unidos, en Europa o en el Reino Unido”, aseguraba esta semana en Edimburgo la vicegobernadora del Banco de Inglaterra, Sarah Breeden. El Gobierno y las instituciones económicas británicas insisten estos días en subrayar que la colocación de deuda se sigue realizando de manera “ordenada”. La demanda supera con creces a la oferta de bonos.
En los últimos tres meses se han multiplicado las críticas hacia el Gobierno y las muestras de desconfianza. Starmer se ha visto atrapado en batallas inesperadas y de un elevado coste político, como la rebelión de los pensionistas por la supresión de las subvenciones en la factura energética, o la de los agricultores por el aumento del impuesto de sucesiones.
La economía se mantiene en crecimiento cero, y la inflación ha vuelto a subir hasta el 2,6%, después de que el anterior Gobierno conservador de Rishi Sunak la hubiera bajado al 2%.
“Tanto un crecimiento más débil como unos tipos de interés más altos ejercen presión sobre las finanzas públicas. A diferencia de la mayoría de los demás grandes países desarrollados, el Reino Unido toma prestado dinero a un tipo de interés mucho más alto que su tasa de crecimiento económico subyacente, lo que empeora la dinámica de la deuda”, señala Peder Beck-Friis, analista económico de la firma de inversión PIMCO.
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Source: elpais.com