La crisis demográfica es uno de los mayores retos que el país enfrenta en su historia reciente. La combinación de un desplome de la natalidad y el envejecimiento acelerado amenaza con socavar su modelo de desarrollo económico y pone en jaque su sistema de pensiones, que será financieramente inviable para 2035, según estimaciones de la Academia de Ciencias Sociales de China.
La situación añade presión a los gobiernos locales, cuyos niveles de endeudamiento son ya muy elevados. Tienen poco tiempo para prepararse: se calcula que más de 400 millones de personas tendrán 60 años o más en la próxima década; actualmente superan los 310 millones.
La cifra no tomó por sorpresa: a principios de 2023, poco después de que Pekín diera carpetazo de forma inesperada a tres años de restricciones draconianas para frenar la propagación del coronavirus, China se enfrentó a la peor ola de contagios de covid-19 desde el inicio de la crisis sanitaria global. De hecho, la mayoría de las muertes por covid que el país ha comunicado a la Organización Mundial de la Salud (121.880) se produjeron durante esa ola.
Las autoridades chinas llevan meses promocionando lo que llaman la “nueva cultura de matrimonio y maternidad”, es decir, una familia heteronormativa en la que una madre y un padre tienen tres hijos. Aunque ese es el objetivo oficial declarado, pocos hogares en China tienen tantos miembros. El crecimiento demográfico viene desacelerándose desde 2016, un año después de poner fin a la durísima política del hijo único con la que se trató de limitar el crecimiento explosivo de la población durante tres décadas.
Sus métodos coercitivos –como abortos forzados, esterilizaciones obligatorias y sanciones económicas desproporcionadas– dejaron unas cicatrices sociales profundas que siguen siendo perceptibles. “La política del hijo único alteró de manera irreversible el concepto de fertilidad y reconfiguró la economía”, asevera el demógrafo Yi. “Es como una roca gigante que rueda montaña abajo. [La medida] aceleró el proceso; ahora esa roca está al pie de la montaña y será muy difícil volver a subirla”, apostilla.
El Gobierno está intentando dar marcha atrás a toda costa. Desde 2021 permite tener tres hijos a las parejas casadas y en los últimos años ha lanzado una serie de incentivos para convencer a los jóvenes de que se casen y tengan hijos “a la edad adecuada”. Ni los beneficios fiscales, ni los descuentos para comprar una casa ni el dinero en efectivo funcionan. El Banco Mundial estima que la tasa de fecundidad del país (el número promedio de hijos que nacerían por mujer) es de 1,2, muy por debajo del 2,1 que hace falta para que la población se mantenga estable.
La sociedad también es consciente de las dificultades económicas asociadas a la crianza de los hijos. China es, además, uno de los países más caros del mundo en ese aspecto, según un estudio del año pasado publicado por el Instituto de Investigación Demográfica YuWa, con sede en la capital china.
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Source: elpais.com