Trump barre la era Biden con una avalancha de decretos contra la inmigración, la agenda verde y la diversidad

Donald Trump decidió no esperar a instalarse en la Casa Blanca para empezar a gobernar. El presidente hizo colocar un escritorio en el escenario del Capital One Arena, el estadio cubierto desde el que sus fieles siguieron a través de pantallas la toma de posesión, para firmar allí sus primeros decretos, recién llegado del Capitolio. La multitud llevaba horas esperándole y le aclamó a su llegada con gritos de “U-S-A” y “lucha, lucha, lucha”, las palabras que pronunció tras sufrir un intento de asesinato. En la tribuna, junto a miembros de su familia y de su equipo, presenció un desfile de tropas de casi una hora, encabezado por el casco y el uniforme del bombero que murió aquel día del atentado. Luego, tras un discurso en el que se colgó la medalla del mérito del alto en fuego en Oriente Próximo y repitió algunos de sus bulos habituales, se dirigió al asiento rojo donde había un montón de carpetas apiladas y empezó a firmar decretos.

Luego, Trump se fue a la Casa Blanca a firmar una montaña de decretos más. Aparte de los que había anunciado previamente, hubo uno para la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otro para la retirada del acuerdo de la OCDE para establecer un impuesto mínimo del 15% a las multinacionales, pasos en la política nacionalista y aislacionista de Trump, alejada del multilateralismo.

Ya en el discurso de toma de posesión proclamó el inicio de una “edad de oro” en Estados Unidos y anunció una “marea de cambio”. Su alocución concretó, mucho más de lo habitual en los discursos de jura del cargo, sus medidas inmediatas. Trump decidió aprobar una avalancha de decretos el primer día contra la inmigración, la agenda verde, la diversidad y otras materias para cerrar la era de su antecesor, Joe Biden. “Hoy firmaré una serie de órdenes ejecutivas históricas. Con estas acciones comenzaremos la completa restauración de Estados Unidos y la revolución del sentido común. Todo es cuestión de sentido común”, afirmó Trump en su discurso de investidura.

Trump proclamó una para acabar con la inmigración ilegal en el lote de la Casa Blanca. Su campaña electoral giró en buena medida señalados como chivo expiatorio. En su discurso de investidura insistió en la idea de que muchos vienen de las cárceles y los manicomios, cuando en su inmensa mayoría son familias en busca de oportunidades que huyen de la pobreza o la represión política.

“Primero, declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur. Se detendrá inmediatamente toda entrada ilegal y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron. Reinstauraremos mi política de [que obliga a los solicitantes de asilo a permanecer al otro lado de la frontera mientras se tramitan sus peticiones]. Pondré fin a la práctica de captura y liberación. Y enviaré tropas a la frontera sur para repeler la desastrosa invasión de nuestro país”, dijo Trump. Nada más asumir el poder, su Administración suprimió la aplicación que permitía a los solicitantes de asilo pedir cita para acceder legalmente a Estados Unidos. Luego, llegado a la Casa Blanca, firmó los decretos correspondientes.

Declarar la emergencia permitirá a Trump implicar al ejército en la seguridad fronteriza, aunque esa medida puede ser impugnada en los tribunales, pues la ley pone estrictos límites a las Fuerzas Armadas sobre cómo pueden operar en territorio estadounidense. “Las Fuerzas Armadas, incluida la Guardia Nacional, participarán en la seguridad fronteriza, que es seguridad nacional, y se desplegarán en la frontera para ayudar al personal policial existente”, anunció el equipo de transición de Trump.

Como ya había anticipado, el presidente designó a los carteles de la droga como “terroristas globales”, lo que permitirá endurecer su persecución y las sanciones.

Además, aunque esa orden parece quedar pendiente por ahora. Los nombres son facultad que puede ejercer mediante orden ejecutiva, pese a que los geógrafos de la Administración desaconsejan los cambios de nombre sin razones poderosas. Otra cosa es que la denominación cuaje más allá de Estados Unidos.

También acordó suprimir regulaciones medioambientales sobre los cabezales de ducha ―una peculiar obsesión del presidente―, inodoros, lavadoras, bombillas y lavavajillas. Además, su equipo de transición asegura que Trump volverá a retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima, como ya hizo durante su primer mandato. En su ofensiva contra las renovables, resolvió poner fin “al arrendamiento de parques eólicos masivos que degradan los paisajes naturales y no sirven a los consumidores de energía estadounidenses”.

Aunque Trump proclamó que el principio de “Estados Unidos primero” se aplicará a la política comercial y a pesar de que los aranceles son una de sus promesas estrella, no los impondrá todavía. Sin embargo, sí ordenará a las agencias federales que inicien una investigación sobre las prácticas comerciales y monetarias desleales, con el foco puesto en los países con los que Estados Unidos tiene déficit comercial. Asimismo, emprenderá una ofensiva inmediata contra los productos falsificados y pondrá en revisión una exención especial que permite que los productos de bajo valor entren en el país libres de aranceles, una vía que usan empresas chinas como Temu y Alibaba. En su discurso, rebajó “aranceles” del puesto que le había dado como palabra más bonita del mundo y antepuso “Dios”, “religión” y “amor”.

El republicano aprobó una prórroga de 75 días para dar a la red social TikTok más tiempo para dejar de estar bajo control chino. También aprobó el indulto de unos 1.500 condenados y procesados por el asalto al Capitolio, además de conmutar la pena a otros seis. En su discurso de investidura, precisamente en el Capitolio, prefirió no abordar la cuestión.

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