La nueva Champions también depara noches en las que hasta a este Real Madrid dubitativo e intermitente le basta con dejarse ir para arrollar al rival. Contra el Salzburgo despejó la pequeña incógnita de la clasificación: estará al menos en la incómoda ronda extra de dieciseisavos. Goleó casi al paso a un equipo muy tierno, y desperdició la ocasión de aumentar el saldo de goles, que terminará por definir las posiciones finales y la composición de los cruces.
Al menos tuvo su primera función totalmente plácida del curso, resuelta con chispazos de talento puro. Quizá por cansancio, desidia, o aburrimiento, o la impresión cierta de superioridad; o tal vez por todo un poco, salió a jugar andando, entre la calma, la dejadez y la certeza de que con eso alcanzaba. ¿Para qué más? Recibía a la colección de talento multicultural y jovencísimo del Salzburgo. El equipo austriaco es el primer semillero de la cadena de producción de futbolistas del grupo Red Bull, en cuya cúspide se acaba de estrenar Jürgen Klopp. Y no atraviesa su momento más desahogado, quinto en Austria, sin competir desde hace un mes por el calendario local. También es uno de los conjuntos más frágiles de esta liguilla, en la que había recibido una media de tres goles por partido. Así que el Real, inmerso aún en sus cuestiones existenciales, salió a contemplar.
De tanto recular, provocó que se abriera un latifundio al otro lado. Mbappé ensayó una carrera, lanzó a Vinicius, y el brasileño cruzó un pase de izquierda a derecha, a la entrada de Bellingham y Rodrygo, que lo envió a la red. Minutos de silencio apático, un fogonazo y un gol. No necesitaban más. O sí: tal vez más goles en una noche propicia.
Las ligeras subidas de revoluciones del Madrid destapaban más y más limitaciones del Salzburgo, con momentos muy tiernos, incluso de su portero, el más veterano, con 33 años. Mbappé le apretó, le robó y marcó el tercero.
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Source: elpais.com