La herida sin fin de Novak Djokovic

¿Sería imaginable una pitada a Rafael Nadal en su reino de Roland Garros o a Roger Federer en el santuario de Wimbledon? Improbable, muy improbable, de ahí el impacto de lo acontecido en Melbourne, donde a la salida de la pista de Novak Djokovic le acompañan los abucheos; no generalizados, pero sí lo suficientemente audibles y corales como para que prevalezcan sobre los aplausos.

El serbio, que en mayo cumplirá 38 años, ha triunfado 10 veces en Australia —récord absoluto entre los hombres, cuatro por encima de Roy Emerson y Roger Federer— y es el tenista masculino más laureado de todos los tiempos, con casi todos los récords habidos y por haber en su currículo. Sin embargo, esta vez no puede continuar sobre la pista porque tres días antes sufrió un desgarro muscular, compitiendo contra Carlos Alcaraz, y el dolor se le hace ya insoportable. En otras ocasiones lo venció, pero ante Alexander Zverev desiste. Han transcurrido 1h 21m y ha perdido el primer parcial en el desempate (7-6(5). En ese instante, el mundo entero se pregunta cómo demonios la grada puede silbar al portento que hizo de esta pista su Edén y que batió a Rafael Nadal en la final más larga de todos los tiempos, en 2012 y tras 5h 53m. Lógicamente, le duele. Le duele mucho. Incluso más que el muslo.

El caso es que desde que la policía le retuviera en la aduana hace tres años, le recluyera después en un centro de aislamiento y el juez ordenase finalmente su deportación del país, a raíz del episodio de la no vacunación contra el covid, algo se rompió. Él se sintió engañado y atacado. “Me convirtieron en el villano número uno del mundo”, exponía en una entrevista concedida a la revista GQ, publicada justo antes del torneo. Djokovic esgrimía que durante aquellos días de control y encierro llegó a sentirse “como un fugitivo”, y que todo ese serial obedecía a una maniobra “política” para neutralizar al “héroe” por ser una “amenaza pública”. Australia le indultó y pudo regresar en 2023, cuando triunfó por décima vez, del mismo modo que el deportista dijo perdonar; sin embargo, desde entonces parece haberse quedado un poso de rencilla.

Y desde la distancia, se pronuncia Boris Becker, el que fuera su entrenador: “Ahora la pregunta es: ‘¿Quo vadis? ¿Hacia dónde va el camino? Espero que siga adelante, pero son momentos difíciles para Novak Djokovic”.

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