Donald Trump aboga por “limpiar” Gaza enviando 1,5 millones de palestinos a Egipto y Jordania

“Me gustaría que Egipto cogiera gente” y “que Jordania cogiera más”, ha señalado el mandatario a los reporteros que en la noche del sábado le acompañaban en su avión, el Air Force One, rumbo a Florida. “Hablamos, probablemente, de un millón y medio de personas. Simplemente, limpiamos todo eso y decimos: ‘¿Sabes? Se acabó”, ha añadido tras mantener a lo largo del sábado una conversación telefónica con el rey Abdalá de Jordania y antes de la prevista este domingo con el presidente de Egipto, Abdelfatá Al Sisi. La agencia estatal de Jordania no menciona la petición en su información sobre la llamada.

Trump -con escasos conocimientos de política internacional- no parece emplear la cifra de 1,5 millones como un objetivo, sino como la población que cree erróneamente que tiene la Franja. Y señala que podrían vivir en Egipto y Jordania “temporalmente o a largo plazo”. Tanto los palestinos como ambos países árabes temen que toda salida acabaría convertida en definitiva, como sucedió durante la Nakba, entre 1947 y 1949, cuando cientos de miles de palestinos huyeron o fueron expulsados ante el avance de las milicias sionistas y, tras la creación del Estado de Israel y el inicio de la primera guerra con los vecinos árabes, de su ejército. Con sus descendientes, los refugiados palestinos se cuentan hoy por millones y nunca han podido volver a sus hogares.

Gaza es “un verdadero lío”, opina el presidente de EE UU sobre el territorio de apenas 365 kilómetros cuadrados donde en los 15 meses de la actual contienda han muerto más de 47.000 personas, la mayoría mujeres y niños, durante ataques de las tropas de ocupación israelíes. El presidente justifica su plan precisamente en la destrucción que sufre la Franja, sin referirse expresamente al deseo colonizador del sector más radical de su aliado israelí. “Es literalmente una zona de demolición, todo está destruido y la gente está muriendo, así que prefiero involucrarme con algunos países árabes para construir viviendas en otras ubicaciones donde [los gazatíes] puedan quizá vivir en paz”, ha detallado.

Las declaraciones de Trump se producen pocas horas después de que la Casa Blanca diera instrucciones al Pentágono para dejar sin efecto la moratoria de la Administración Biden sobre el suministro de bombas pesadas, de entre 900 y 225 kilos, a Israel, informó el portal citando a tres fuentes israelíes. La decisión de Biden de paralizar la entrega de esa munición provocó en mayo una de las mayores crisis en la relación entre Estados Unidos e Israel durante la guerra. El Gobierno israelí fue notificado de la revocación el viernes, y Trump celebró la expedición del material el sábado en su red social: “Israel encargó y pagó muchas cosas que no han sido enviadas por Biden. ¡Ahora están en camino!“. Alrededor de 1.800 bombas MK-84, de 900 kilos, que estaban almacenadas en Estados Unidos, serán entregadas a Israel en los próximos días.

Además, en un apunte de las perspectivas de negocio que el horizonte de la reconstrucción de Gaza puede tener para EE UU, una empresa de seguridad privada estadounidense se hizo cargo hace dos días del control del paso al norte de Gaza tras la prevista retirada israelí del corredor de Netzarim. Los contratistas estadounidenses se encargarán de inspeccionar los vehículos que accedan al norte del enclave según los términos del alto el fuego, no de los gazatíes que regresen a la zona a pie.

Los aplausos a Trump desde el sector más radical del poder israelí han llegado casi de inmediato, como el del hasta hace unos días ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, que ha abandonado el Gobierno por oposición a la tregua en Gaza. “Felicito al presidente estadounidense Trump por la iniciativa de trasladar a residentes de Gaza a Jordania y Egipto”, ha señalado en su perfil de la red social X (antes Twitter).

Eufemísticamente, Ben Gvir, otros ultranacionalistas y algunas figuras de otras latitudes del arco político israelí hablan de “emigración voluntaria”, conscientes de la imposibilidad de desplazar por la fuerza a todos los que la habitan, pero deseosos de mantener una presencia militar permanente y -en el caso del nacionalismo religioso- reconstruir los asentamientos judíos levantados tras la toma de Gaza en la guerra de los Seis Días de 1967 y que Ariel Sharon evacuó unilateralmente en 2005. “Si solo hubiese 100.000 o 200.000 árabes en Gaza, y no dos millones [en referencia a los 2,3 millones de gazatíes], el discurso sobre el día después [de la guerra] sería diferente”, aseguró en diciembre de 2023 uno de sus principales defensores, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. En su mensaje, Ben Gvir insta a Netanyahu a tomar nota del presidente de EE UU e implementarla “¡ahora!”.

La victoria electoral de Trump, en noviembre, determinó la firma del alto el fuego en Gaza tras un año de infructuosas negociaciones, bloqueadas en gran medida por Netanyahu. Pero el líder republicano está lejos de buscar el enfrentamiento con el Ejecutivo más a la derecha en las siete décadas de historia del Estado judío.

Entre los numerosos decretos y declaraciones que firmó nada más tomar posesión el pasado 20 de enero, se encuentra la derogación de las sanciones contra colonos violentos que su predecesor, Joe Biden, puso en marcha en febrero de 2024 y que suponía una medida inédita contra ciudadanos israelíes por parte de EE UU.

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