Las emociones de las matemáticas: así puede atajarse la ansiedad que provoca la asignatura

La angustia de Marta no es rara. En los países pertenecientes a la OCDE (una organización formada básicamente por los países ricos), un tercio del alumnado de 15 años se pone nervioso al tener que hacer problemas de matemáticas y el 60% se preocupa pensando que tendrá problemas en las clases de la asignatura, según reflejó la mayor evaluación internacional, el Informe PISA, en 2012, la última edición que profundizó en el apartado matemático. En la entrega más reciente de PISA, la de 2022, España aparece como el segundo país desarrollado con mayor índice de ansiedad matemática (por detrás de Italia), con un nivel de 0,37, más del doble que la media de los países de la UE. El índice de PISA se basa en las respuestas de los estudiantes a seis preguntas. Y el 95% de los chavales se sitúan, en dicho indicador, entre -2 y 2 puntos. Las chicas muestran más ansiedad que los chicos en todo el mundo, y España es uno de los países donde más acusada es la diferencia (0,50 puntos más en el citado índice).

Las investigaciones muestran una relación entre mayor ansiedad matemática y peores resultados en la disciplina, lo que ha llevado a organizaciones internacionales como la OCDE y la UNESCO a identificar el problema como un asunto crucial. Un informe elaborado para este último organismo por Denes Szücs, responsable del Centro de Neurociencia en la Educación de la Universidad de Cambridge, e Irene Mammarella, investigadora en la Universidad de Padua, en 2020, advierte que tiene efectos perjudiciales en distintos horizontes temporales. A corto plazo, los pensamientos negativos ―del tipo no seré capaz de entenderlo, mis compañeros se formarán una mala opinión de mí o decepcionaré a mi familia― “pueden ocupar su llamada memoria de trabajo (la capacidad mental que nos permite retener y manipular información en la mente)” haciendo aún más difícil que resuelvan la tarea, señala el informe. A medio plazo, desincentiva la elección de asignaturas optativas relacionadas con las matemáticas, lo que reducirá su rendimiento comparado con los compañeros que las eligen. Y a largo, puede hacer que renuncien a estudios superiores en los que las matemáticas tengan peso, algo, advierten Szücs y Mammarella, que les sucede incluso a estudiantes con buenos resultados en la asignatura a los que, sin embargo, esta les produce ansiedad.

El plan de refuerzo de matemáticas puesto en marcha este curso por el Ministerio de Educación ―tras constatar una bajada sostenida en las competencias en la disciplina, tanto en primaria como en secundaria, en diversas pruebas internacionales― ha comenzado por la fase de formación del profesorado. Y uno de sus elementos clave es precisamente la atención a la variable emocional en el aprendizaje de la asignatura. Antoni Vila, profesor de instituto y referente español en la materia, señala que cuando el término socioafectivo se incluyó en la nueva normativa de la asignatura derivada de la Lomloe, dio pie a diversas malinterpretaciones, “como que ya no importaban las matemáticas, sino que los niños fueran felices”. En realidad, prosigue, el objetivo es poder “formar al alumnado para que sea capaz de identificar qué emociones y actitudes le son útiles y cuáles obstaculizan su avance en la educación matemática. Y que, una vez identificados, los sepan gestionar, porque de lo contrario solo sirven para coger una depre con el típico pensamiento de yo no sirvo para las mates”.

Para poder atender “la diversidad de ritmos de aprendizaje”, como pide Nuria Planas, catedrática de Didáctica de las Matemáticas en la Universidad Autónoma de Barcelona, hace falta formación, pero también recursos. El plan de refuerzo del Gobierno ―que ha arrancado con una partida de 90 millones de euros debido a la falta de Presupuestos Generales para 2025, y a Educación le gustaría multiplicar por 10― prevé, en concreto, ratios menores y desdobles específicos en la asignatura. En educación, coinciden Portilla y Vila, las cuestiones pocas veces dependen de un factor, sino de muchos. Para reducir la ansiedad matemática, los docentes también creen necesario incrementar el manejo que el profesorado tiene de la disciplina ―sobre todo en primaria; hay investigaciones que muestran que una parte de los maestros también sufren ansiedad matemática, y que pueden contagiar al alumnado―, sus herramientas pedagógicas ―más en secundaria―, así como el tiempo dedicado a la asignatura en el horario escolar.

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