Las especies seleccionadas cumplen con tres criterios: tienen una presencia abundante dentro de los sistemas forestales españoles más amenazados por el cambio climático; ; y las medidas de gestión aplicadas para fomentar su aprovechamiento están orientadas a mejorar el hábitat forestal y su biodiversidad, implicando a los propietarios en el proceso. “Generar espacios abiertos dentro de un bosque para priorizar la presencia de un cerezo de pastor o favorecer las zonas de matorral con escaramujos y endrinos, por ejemplo, atrae más pájaros y pequeños reptiles”, explica Casabosch, quien señala como un problema el abandono de actividades dentro de los sistemas forestales. “Esperamos demostrar que es posible desarrollar una economía local y a la vez promover la biodiversidad y la resiliencia de los sistemas forestales”.
La pérdida de biodiversidad es un problema mundial. Según un informe de 2024 realizado por la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de la ONU, el planeta pierde su riqueza biológica a un ritmo de entre el 2% y el 6% cada década. Un proceso que afecta a especies animales, poniéndolas en riesgo de extinción, y a poblaciones enteras de seres humanos que dependen de los ecosistemas que las rodean para subsistir económicamente. En concreto, la destrucción de la naturaleza tiene un precio de aproximadamente 50.000 millones de euros al año, según el informe. El caso de Cataluña es crítico. En 2024, la sequía que azotó a la región afectó a más de 65.000 hectáreas, transformando los bosques en depósitos de pólvora. A la falta de lluvias, Casabosch agrega “el abandono de los pastos y los cambios en los modelos de aprovechamiento”. Un escenario agravado por las subidas de temperatura.
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Source: elpais.com