La noche se había puesto espesa para el Madrid, el Atlético empezaba a hacer caldo con la inestabilidad de los blancos y el público local se movía inquieto en la grada. Un manto viscoso comenzaba a extenderse por la Castellana cuando el cuerpo menudo de Brahim Díaz desmontó la potente coraza de José María Giménez en el 2-1. No pareció casualidad que los pies finos del hispano-marroquí y Rodrygo protagonizaran los goles blancos. “El equipo ha corrido y trabajado, y ellos dos han marcado la diferencia. Han sido los mejores”, aseguró Carlo Ancelotti, que dio por buena “la pequeña ventaja”.
A todo trapo empezó el Madrid y por la derecha, la orilla contraria a la de Vinicius. Su embestida, sin embargo, se quedó corta. Ya antes del empate, el partido se había ido nivelando. Los blancos, sin Bellingham, no encontraban un centrocampista para filtrar balones. La falla resultaba conocida: grandes artefactos en la delantera, pero escasez de medios para abrir huecos en el bosque del Atlético. Camavinga, el sustituto del lesionado Ceballos, dejaba alguna pérdida peligrosa y Ancelotti no se demoró mucho después del descanso en dar vuelo a Modric.
Su aparición rebajó al Atlético, reanimó a los suyos cuando peor les pintaba la cita y fue despedido en el 89 con la gente en pie. “Cualquier detalle marca la diferencia en la Champions. Hicimos un partido completo, el gol fue bueno”, comentó Brahim, que en la celebración de su diana se dirigió al banquillo de Simeone al grito de “habla ahora, habla ahora”. Al alza Rodrygo y Brahim, la velada de Vinicius y Mbappé, que tuvieron el 3-1 en el descuento, se movió por territorios más sombríos. “Jugar contra la defensa del Atlético no es tan sencillo, no hemos tenido tantas oportunidades. No han mostrado la calidad que tienen, pero está la vuelta para hacerlo”, indicó Ancelotti.
En el minuto de silencio por la muerte del canterano del Madrid Javier Dorado, un sector de la afición atlética cantó: “Madridistas, hijos de puta”.
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Source: elpais.com