La generosidad de la estrella Femke Bol resplandece la primera noche de los Europeos de Apeldoorn

Heredera infantil de Fanny Blankers Koen, la madre volante de los Juegos de Londres 48, y heroína única del atletismo neerlandés, es Femke Bol, 25 años, y trencitas, y la generosidad única de las estrellas hermosas que regalan su brillo a cambio de nada. Y un sentido único del espectáculo, de la tensión de la explosión y el clímax que enloquece al pabellón, qué jaleo en su tierra, cuando agarra el testigo para la última posta, y es cuarta porque el valeroso catalán Bernat Erta ha alargado bien el brazo con su último suspiro de la posta más rápida de los 24 atletas que corrieron (45,7s). Todo ocurrió en 50,3s. En los primeros 200m de su carrera se deja ir, tranquila, y aun así frustra los deseos de la española Daniela Fra, que ve cómo se aleja la medalla de bronce en las piernas largas, infinitas, de la reina de Apeldoorn. En los 200m finales, meteórica, ataca, pelea, arrasa. Países Bajos, como siempre, gana (3m 15,63s) gracias a la magia de Bol, que ya hizo campeón olímpico a su relevo mixto en París. Segunda fue Bélgica (3m 16,19s), gran potencia mundial del relevo, y tercera, el Reino Unido (3m 16,49s).

Condenada por tener que salir por la calle uno, España —Manuel Guijarro, Carmen Avilés, Erta y Fra— termina cuarta (3m 17,12s), pero anuncia, presagia, en los relevos masculino y femenino el domingo.

El atletismo en el velódromo abarrotado, como el ciclismo en pista, es una cuestión de cerveza y estrellas, como muy bien lo saben en Apeldoorn, y a las siete de la tarde, cuando, acabados los bostezos, comienza la acción de los Europeos, y la actuación de Bol es aún lejana, la única estrella es Ana Peleteiro-Compaoré. Saltadores de altura, saltadoras con pértiga, triplistas, una treintena de atletas se expresan en ese momento en la pista, calificaciones para algunos tediosas, cuando la campeona española se dispone a saltar. Los speakers rompen súbitos su tono monótono y se emocionan, gritan el nombre de la gallega, recuerdan su palmarés, campeona de Europa dos veces, su mejor marca (14,87m), y lo hacen con tal devoción que el público se contagia y, por primera vez, se lanza con las palmas. El rostro de Peleteiro llena la pantalla gigante en el centro del pabellón. Salta. No lo hace tan bien. No coge ni tabla. Bate a 36 centímetros de la línea. Llega a 13,92m, suficientes para calificarse para la final (viernes, a partir de las 18.50), en la que es la gran favorita, aunque en el segundo salto, corregido y aumentado el tratamiento estelar, incrementado por los eficaces gritos de la atleta, crecen las palmas y su volumen, crece la atleta, que, pura eficacia, sin temblar, salta 14,14m, más que ninguna.

El atleta lamenta que no le vean los aficionados, que los medios hagan de lo suyo, el gran deporte olímpico, un asunto menor, y los aficionados se pierden hermosuras como la semifinal de 1.500m en la que Esther Guerrero, más joven y viva según pasan los años, y ya ha cumplido 35, más sabia, dio una lección de cómo correr al frente desde el primer metro. Ninguna pudo superar a la mediofondista de Banyoles (4m 14,21s) y solo la culebra verde de las luces led se escapó, lejana, de su control. Y eliminada de la final del viernes (21.00) quedó la italiana Marta Zenoni, la atleta que llegaba con mejor marca.

A España, pues, no le queda más remedio que dedicarse a la velocidad y a los saltos, como Jaime Guerra, el noi de Sant Boi, rapidísimo en el pasillo y pisada atómica en la batida, cómo mete el pie, que se clasifica (8,07m) sin penas para la final (viernes, 20.34). Sale del foso levantando el brazo izquierdo y en la grada, su entrenadora en Cornellà, Maria Duran, salta feliz, celebrando el regreso del fenómeno tras un año duro. Sufrió más Lester Lescay, el chaval de Santiago, en el Oriente cubano, casado con una mujer de Castellón, que debutaba como español a los 23 años. Saltó con una gran venda que abrazaba su muslo izquierdo porque calentando sintió un pinchazo en el isquio y, pese a tener una mejor marca de 8,35m, se quedó en 7,81m. Los fisios le trabajaron el músculo bien para saltar en una final en la que a Guerra se le opondrán el fenómeno juvenil italiano Mattia Furlani y las novedades del año, dos saltadores de altura, dos gigantes, qué grande el búlgaro y sus mortales de espalda, que se han pasado a la longitud: Bozhidar Saraboyukov y el portugués Gerson Baldé. “Para ganar medalla habrá que estar sobre 8,20 o 8,25. Yo espero estar ahí, he entrenado mucho para ello”, dice Guerra. “Será una final en la que se va a saltar mucho. Llevo tres competiciones pasando de 8,00, pero no hay que confiarse”.

Esprintaron y botaron, que es lo suyo, los tres vallistas en las series de 60m vallas, que pasaron a las semifinales (14.05): el jefe del momento, Quique Llopis, ganó su serie (7,53s), en la que dejó fuera al polaco Damian Czykier, uno de los más peligrosos rivales; el volador que llega, Abel Jordán, raspó la segunda valla y pasó raspando, por tiempos (7,65s), y el campeón navarro que regresa, Asier Martínez, quedó segundo en su serie (7,68s) ganada con superioridad por el favorito polaco Jakub Szymanski.

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